“La fotografía popular está en camino a convertirse en algo diferente: algo entre la fotografía y la pintura”
Lev Manovich es considerado una autoridad mundial en el campo de las humanidades digitales y la estética de los nuevos medios. En esta conversación con VIST, el académico y artista ruso mapea la evolución de sus ideas desde la publicación, en 2001, del clásico volumen El lenguaje de los nuevos medios de comunicación. También comenta su experiencia como creador visual usando herramientas de inteligencia artificial, y esboza un fascinante panorama sobre el futuro de la fotografía.
Por Alonso Almenara
Dos mujeres de dos generaciones distintas posan una detrás de la otra, la mayor escondiéndose tras la más joven. La imagen en blanco y negro y tono sepia, titulada ‘Pseudomnesia: The Electrician‘, dio la vuelta al mundo en abril de este año. La razón: su creador, el artista berlinés Boris Eldagsen, consiguió adjudicarse con ella el prestigioso galardón de los Sony World Photography Awards en la categoría de Creatividad; un premio que luego rechazó, tras reconocer que su obra era una provocación creada con ayuda de un algoritmo. El experimento probaba lo que muchos profesionales de la fotografía vienen sospechando desde hace años: que muy pronto, gracias a programas como Midhourney o Dall-e, será imposible determinar si una foto tiene autoría humana, o si ha sido hecha del todo con una cámara. El tono apocalíptico de los comentarios que suscitó esta noticia es, de hecho, cercano al de la polémica que ha paralizado a la industria cinematográfica estadounidense en estos días. Recordemos que Fran Drescher, la portavoz del gremio de actores de Hollywood, ha descrito a la inteligencia artificial como «una amenaza existencial«.
Lev Manovich, sin embargo, ve las cosas de otro modo. Para el autor más citado de campos académicos como la cultura digital, el arte digital y la analítica cultural según Google Scholar, aquellas tecnologías representan exactamente lo contrario: una suerte de liberación personal. Estas herramientas le han permitido, en sus palabras, “viajar de regreso a 1989”, el año de la caída del Muro de Berlín, cuando Manovich decidió abandonar su carrera artística para dedicarse a la investigación académica en torno a un fenómeno nuevo: la cultura digital.
Nacido en Moscú en 1960, Manovich presenció el periodo final del régimen soviético, una experiencia que marcaría su forma de entender el desarrollo del ciberespacio en los años noventa. Distanciándose del clima de optimismo desaforado que caracterizaba el discurso de los gurúes tecnológicos de Silicon Valley, el autor ruso llegó a describir los días tempranos de Internet como “un piso comunitario de la era estalinista, donde no hay privacidad, todo el mundo espía a todo el mundo, y siempre hay cola para ir a las zonas comunes como el baño o la cocina”. Pero esta aproximación crítica estuvo complementada por detalladas descripciones del funcionamiento de las tecnologías en boga. Manovich fue, por ejemplo, el primer autor en identificar y analizar formalmente una serie de herramientas o procesos clave (que llamó «operaciones») presentes en todo tipo de software comercial, desde procesadores de texto hasta programas de edición de vídeo: estos incluyen convenciones como copiar y pegar, buscar, eliminar, transformar, etc.
El impacto fue enorme: el primer libro de Manovich, The Language of New Media (MIT Press, 2001) —editado en español como El lenguaje de los nuevos medios de comunicación: la imagen en la era digital— fue traducido a trece idiomas. “Habiendo crecido en Rusia, completado su educación superior en Estados Unidos y vivido y trabajado aquí desde entonces, él ve el mundo a través de los ojos de lo que él llama un sujeto postcomunista”, escribe el artista estadounidense Mark Tribe escribe en la introducción. “Pero se podría decir con igual precisión que también lleva puestas unas gafas del nuevo mundo”.
Desde entonces, Manovich no ha dejado de profundizar en el estudio de la cultura digital contemporánea. Además de publicar numerosos libros y artículos, es profesor de informática en la escuela de posgrado de la City University of New York y profesor visitante en la European Graduate School en Saas-Fee, Suiza. Su libro más reciente, Cultural Analytics (MIT Press, 2020), es resultado de su experiencia a la cabeza del Cultural Analytics Lab [laboratorio de analítica cultural], la primera iniciativa de análisis computacional de colecciones masivas de imágenes y video.
“En 2003, las artes digitales explotaron”, recuerda. “Las herramientas se volvieron más accesibles, las computadoras más rápidas y el número de artistas digitales creció exponencialmente. Entonces me pregunté: ¿cómo puedo seguir a todas estas personas?” El concepto de analítica cultural, esbozado por Manovich en 2005, tenía que ver con la idea de “crear un software que pudiera conectarse a Internet, rastrear el contenido de millones de sitios web de diseñadores, artistas, cineastas, publicistas, museos, periódicos, centros de arte, y luego analizarlo en tiempo real. Luego imaginé una especie de pantalla de visualización de datos enorme donde se pudiera seguir esta información. Era una suerte de panel de control para la cultura global”.
Manovich estaba convencido de que era la mejor idea que había tenido en su vida: lo que, en cierto modo, fue confirmado en 2006 con el lanzamiento de Google Trends: uno de los primeros pasos hacia lo que hoy conocemos como el análisis de Big Data. “De hecho, yo estaba viendo el futuro”, comenta. Pero también reconoce que su idea era un poco diferente: no solo le interesaba analizar texto, sino también imágenes para obtener una vista más detallada de la cultura global. En 2007 tuvo suerte: una universidad decidió financiar su laboratorio. Entre los proyectos que desarrolló en este entorno se encuentra, por ejemplo, el análisis de un millón de páginas de libros de manga, o el de la evolución del diseño de las portadas de la revista Time entre 1923 y 2009.
Hoy, Manovich se encuentra en un punto crítico de su carrera: considera que el tipo de investigaciones que ha venido desarrollando hasta ahora, enfocadas en entender el lugar que ocupan los nuevos medios de comunicación dentro de la historia de la cultura visual, se ha vuelto “prácticamente imposible”. Si bien el contenido temático de las imágenes no ha dejado de generar interés, el análisis formal de la cultura visual, sostiene, ha entrado en decadencia. Ello ha motivado al autor a cambiar de camino: o mejor dicho, a retomar la vía de la creación visual, gracias a las posibilidades que ofrecen las tecnologías cuyo desarrollo viene mapeando obsesivamente desde hace treinta años.
Hablemos de las razones por las que, a tus 63 años, decidiste retomar tu carrera de artista visual.
Durante la pandemia estuve en Corea con mi esposa, buscando, luchando. Y luego, un día, volvió a ser posible viajar. Así que en el verano de 2022 fuimos a Berlín y allá nos encontramos con una tienda muy hermosa que vendía cosas como cuadernos, cartulinas, cajitas para poner lápices. Entonces pensé: tal vez puedo dibujar. Compré un cuaderno y un lápiz. Lo que no mucha gente sabe es que originalmente mi formación era en arte. Estudié arte desde los 12 años. Tuve una educación clásica, hice miles de pinturas, dibujos. Luego fui a la Escuela de Cine de la Universidad de Nueva York y trabajé en la industria de animación por computadora durante seis años. Hasta que hice mi doctorado, a los 28 años, había sido principalmente un artista.
Pero mi último dibujo databa de 1989. Cuando volví a dibujar en 2002 me sentí tan feliz, tan liberado. Me di cuenta de que había dedicado 35 años a la investigación. Según Google Scholar, soy la persona más citada en cinco campos distintos. Y si le preguntas a ChatGPT quién es el académico más importante en los campos de Cultura Digital, Arte Digital y Nuevos Medios, siempre salgo en primer lugar. Así que me dije: Lev, ya hiciste esta parte. No necesitas escribir más libros. Puedes escribir si quieres, pero no es la única opción.
Dices que dibujar te hizo sentir liberado. Pero no solo dibujas actualmente, sino que también produces imágenes con Midjourney. ¿Consideras que esta combinación de actividades creativas amplía tu búsqueda intelectual en torno a los nuevos medios y la cultura digital?
El arte es una actividad relativamente nueva para mí porque dejé de practicarla durante 30 años. Y también es emocionante porque, cuando tenía 28, sentía que estaba frente a una encrucijada: un camino era dedicarme profesionalmente al arte, y el otro era convertirme en investigador académico. Finalmente elegí el segundo. Ahora tengo la increíble oportunidad de volver y explorar el otro camino.
Pero, por supuesto, eso no significa que haya olvidado cómo escribir o cómo pensar. En el último año he estado publicando en redes sociales muchas de mis imágenes y, a menudo, junto con las imágenes, publico textos cortos con mis reflexiones en tiempo real sobre la IA como medio artístico. De hecho, con Emanuele Arielli, un colega, estamos escribiendo un libro sobre el arte hecho con IA [Artificial Aesthetics: A Critical Guide to AI, Media and Design] y estamos publicando los capítulos en línea.
Así que en realidad no estoy escribiendo menos que antes, pero tengo esta otra actividad. Lo cierto es que para mí, hacer imágenes es mucho más fácil que editar artículos o escribir libros, y es muy placentero. También es una forma diferente de reflexionar sobre el mundo. Hay más posibilidades porque se pueden abordar cosas como las emociones, la psicología, la subjetividad, el humor, mientras que la escritura académica es más limitada.
“Digamos que tienes diez ideas para una pintura, pero tienes tiempo limitado y solo puedes explorar una idea. Ahora, con Midjourney, puedes explorar diez ideas en un solo día. A veces encuentras el prompt correcto y generas 400 imágenes en una noche. Es como tener mil asistentes que conocen todo sobre la historia de la cultura. El problema es que si les permites hacer lo que quieren, comienzan a crear arte cliché, cursi. La lucha es cómo hacer que estas herramientas hagan algo sutil y único.”
¿Qué características de Midjourney u otras aplicaciones de IA te interesa explorar en tu trabajo visual?
En mi vida he presenciado la aparición de diversas tecnologías digitales, y cada vez sentí que se abría un mundo completamente nuevo y que quería explorarlo. En 1982 vi la primera animación por computadora y dije: algún día estas imágenes 3D generadas por computadora serán tan populares como la fotografía. Y tenía razón. Luego, por supuesto, llegó la World Wide Web en 1993. Y en 2005 apareció algo que más tarde sería conocido como Big Data. Después vino el iPhone.
Como muchas personas, cuando vi por primera vez Midjourney, hace exactamente un año, me quedé asombrado. Los resultados no eran tan buenos como ahora, pero ya era impresionante. Lo cierto es que para un artista es una herramienta increíble, porque normalmente te puede llevar días hacer un dibujo o una pintura compleja. Digamos que tienes diez ideas, pero tienes tiempo limitado, así que solo puedes explorar una idea. Pero ahora puedes explorar diez ideas en un solo día. A veces ocurre que encuentras el prompt correcto y generas 400 imágenes en una sola noche. Así que es como tener mil asistentes que conocen todo sobre la historia de la cultura.
Pero el problema es que estos asistentes son un poco tercos. Son jóvenes y no tienen muy buen gusto. Si les permites hacer lo que quieren, inmediatamente comienzan a crear arte que es cliché, estereotipado, cursi, y así sucesivamente. Así que para mí, la principal lucha es cómo hacer que estas herramientas hagan algo sutil, matizado y único.
¿Qué hace que estas tecnologías generen, por defecto, resultados estereotipados o comunes?
El aprendizaje automático se basa en una cierta compresión de la información. Alimentas a la máquina con miles de millones de imágenes y descripciones, y extrae patrones comunes de composición, sombreado y demás. Pero si algo ocurre muy raramente, no lo captará. Eso significa que cuando haces imágenes, pueden verse hermosas, pero siempre tendrás la sensación de haberlas visto en otro lugar antes. Este es para mí un gran dilema: por un lado, puedo realizar miles de ideas en una semana, y las imágenes son hermosas; pero luego las miro y noto estos elementos genéricos sutiles, pero para mí muy perturbadores.
Así que estoy encontrando formas de luchar contra eso. El modo en que estoy usando Midjourney ahora es que escribo un prompt, pero también incluyo imágenes como entradas. Si uno usa imágenes completamente diferentes —por ejemplo, un dibujo mío, un grabado del siglo XVIII y una pintura abstracta—, la IA puede confundirse. Y cuando se confunde, arroja resultados extraños. Por otro lado, al proporcionarle ejemplos particulares, puedes guiar a Midjourney hacia algo más específico. A veces ni siquiera escribo un prompt, solo le doy algunas imágenes. Y entonces la IA actúa como una especie de máquina de remezclas.
Al mismo tiempo, estoy haciendo dibujos, yendo y viniendo. No es fácil porque el dibujo lleva mucho más tiempo, así que tengo que obligarme a hacerlo. Pero creo que hacer ambas cosas al mismo tiempo me ayuda a comprender mejor cómo funcionan estas herramientas y qué hace este medio. También me ayuda a entender mejor qué es lo que hace único al dibujo o la pintura, o en la creatividad de los seres humanos. Así que estoy haciendo arte, pero también estoy haciendo experimentos para poder entenderlo y escribir al respecto.
Hace poco publicaste en Facebook un texto en el que afirmas que «las discusiones sobre estética se han vuelto casi imposibles en Estados Unidos». ¿Por qué?
La verdad es que fue una publicación un poco exagerada para llamar la atención sobre este tema. Por supuesto, otras personas han escrito al respecto. Lo que yo te puedo decir es que, a mediados de los años 70, hice en Estados Unidos una encuesta a profesores universitarios en la que les pregunté: ¿son de derecha, de izquierda, de extrema izquierda? En ese momento, alrededor del 35% de los profesores dijeron que eran izquierdistas o de extrema izquierda. En 2005, era el 85%. Y hoy tal vez sea el 100%. Esto no sucede con los científicos. Los científicos son, de alguna manera, como la sociedad en general. El 50% dijo ser de centro-derecha y el 50% de centro-izquierda. Las Humanidades y las Ciencias Sociales, están completamente dominadas por la izquierda.
Y ahí está la cuestión. Por supuesto, pensar en los efectos del colonialismo es muy importante, al igual que pensar en el medio ambiente o en el racismo. Pero la pregunta es: ¿cómo se puede hacer arte que aborde estos temas y que sea también buen arte? Eso no es tan fácil. Si miras el siglo XX, hay en efecto muchos ejemplos de artistas famosos que trataron temas sociales o ideológicos y también crearon arte muy bueno. El Guernica de Picasso es un gran ejemplo. Pero el tema en sí mismo es solo una parte de la historia. La gente dice que los expresionistas alemanes hacían arte sobre el horror de la guerra, pero la forma, la expresión, la habilidad de comunicar a través de colores, formas, composición, eran tan importantes como el tema.
¿No ha sido siempre así?
En realidad, gran parte del arte de Europa occidental trata de temas ideológicos o de ciertos ideales, como el cristianismo. En el siglo XV, los artistas no hacía pinturas abstractas; al pintar representaciones de los pecados de la Biblia, contribuían a educar a la gente o transmitían un mensaje moral. Pero hacían pinturas, no texto, y la pintura te ofrece algo único. Hoy puedes ver estas pinturas y esculturas, e incluso si no te importa o no sabes nada sobre el tema, puedes simplemente disfrutarlas como arte.
El problema del giro contemporáneo hacia un arte social o político, que se intensificó hace unos cinco o seis años, no es que sea malo en sí mismo: es que no veo mucho arte que aborde estos temas y que también sea excelente. La última vez que participé como panelista en una mesa de conversación de una bienal de arte en Corea, vi alrededor de ocho trabajos premiados y quizás solo uno tenía, en mi opinión, algún valor artístico. El resto era muy poco profesional y, de hecho, si comparas esas obras con el nivel de los estudiantes en las mejores escuelas de arte hoy en día, estas personas no serían aceptadas. Muchos de estos trabajos son simplemente ilustraciones o confirmaciones de textos específicos escritos por curadores sobre migrantes, sobre colonialismo, sobre esto, sobre aquello. En realidad, no añaden nada a nuestro conocimiento sobre los temas.
Y también se trata de lo que está sucediendo con la izquierda. Y cuando digo la izquierda, me remonto a Marx, a esta idea de que hay que ver la vida como una lucha. La vida no es sobre el amor, la salvación o construir algo juntos: la vida es una lucha de clases. Ahora este mensaje ha variado un poco, es sobre los hombres oprimiendo a las mujeres, o los europeos oprimiendo a las personas en las colonias, o los seres humanos oprimiendo a la naturaleza. Ver todo como una lucha es una visión interesante, pero es una visión limitada: es todo lo que vas a ver, fuera de eso no hay más.
Y el otro problema con esta tradición de izquierda es que es un sistema muy ideologizado en el que tienes que creer en nuestra idea. Y si no crees en nuestra idea, eres un enemigo. En 1917, tres días después de la Revolución, Lenin cerró todos los periódicos excepto el suyo. No le interesaba el diálogo. Solo quería suprimir. No sé muy bien por qué funciona así, pero hoy, cuando voy a bienales o cuando veo programas de conferencias muy académicas, siento la misma clase de intolerancia. En mi caso, muy a menudo, cuando he dado conferencias en Estados Unidos, la gente me decía: «¡Lev, eres formalista!». «¿Qué quieres decir?», preguntaba. «Bueno, te interesan las imágenes, no solo el contenido escrito». Y claro que me interesan. El arte ha existido durante 200.000 años, desde las pinturas rupestres: existía antes del lenguaje, antes de la ideología, y esto es así porque cosas como la decoración y la belleza son esenciales para la existencia humana. No todo se puede reducir a la ideología.
“Para tener éxito, el arte contemporáneo debe abrirse a un conjunto más amplio de temas y ser más libre para experimentar. En el siglo XX, los artistas no tenían miedo de insultar a la gente. De hecho, el artista era alguien que se burlaba de la sociedad. Ahora el artista tiene miedo de ofender porque llevamos a niños en edad escolar a los museos. Así que el arte se ha vuelto muy obediente, seguro y, como resultado, aburrido.”
¿Cuál es la alternativa a este discurso altamente ideologizado? De hecho, ¿cuál es la alternativa al arte contemporáneo?
Hasta el siglo XIX, los artistas en realidad eran artesanos. Les ordenaban pintar esto o aquello, pero aún así lograban crear arte increíble. La idea de la creatividad o de la expresión de la individualidad no existía, es una invención del periodo romántico. Y luego tenemos el arte moderno, desde el impresionismo hasta tal vez la década de 1970, donde la gente exploró todo tipo de cosas.
Pero gran parte de este arte es sobre abstracción, o sobre deconstrucción, y así sucesivamente. Ya no se trata del rostro humano o de las emociones humanas. Entonces, ¿qué le sucedió al arte tradicional? Los temas que trataba fueron recogidos por los medios de comunicación masiva. Así que hoy el verdadero arte en un sentido tradicional no está en el museo. En el museo hay otra cosa. El verdadero arte es Netflix, los increíbles dramas coreanos, las películas, las novelas populares, las canciones. La llamada cultura de masas aborda temas que el arte contemporáneo ha abandonado, como la venganza, el amor, los celos: básicamente muestra la vida humana tal como es, pero de una manera artística.
Cuando vas al museo, lo que ves es otra cosa. Es como el «arte 2». Pero en realidad no tiene conexión con el arte tradicional, lo cual está bien, pero por supuesto, es limitante porque significa que las únicas personas que se ocupan de la representación de la vida contemporánea o de las emociones son personas de Hollywood o de Netflix, mientras que los artistas han abandonado su rol tradicional. Entonces, para mí, el arte más interesante hoy no es arte, sino cosas como el diseño de alimentos, los restaurantes experimentales o la arquitectura: es decir, lo que antes se llamaba arte aplicado.
Para tener éxito, el arte contemporáneo debe abrirse a un conjunto más amplio de temas y ser más libre para experimentar. En el siglo XX, los artistas no tenían miedo de insultar a la gente. De hecho, el artista era alguien que se burlaba de la sociedad. Ahora el artista tiene miedo de ofender porque llevamos a niños en edad escolar a los museos. Así que el arte se ha vuelto muy obediente, seguro y, como resultado, aburrido.
Me interesa conocer tu opinión sobre la fotografía. ¿Qué reflexiones sobre esta disciplina has desarrollado luego de trabajar con herramientas de analítica cultural, o con IA?
La imagen fotográfica es el tipo de imagen más popular hoy en día. En las ciencias, la gente usa imágenes 3D, rayos X, telescopios, pero lo que la mayoría de personas quiere ver son seres humanos, ¿verdad? Así que usamos Instagram. Pero notemos que la fotografía no es un medio; tampoco una colección de medios. Lo único que parecen compartir todas las formas de fotografía es que hay una lente que produce una imagen en perspectiva, pero incluso esto no es universal. En los años 20, artistas como Man Ray comenzaron a hacer fotografías sin cámara, colocando objetos directamente sobre la superficie de un papel fotográfico y exponiéndolo a la luz.
Este tipo de experimentación también ocurrió en el cine. Pero si miras un dibujo o una pintura, realmente no han cambiado en 500 años. Ahora bien, la variedad de procesos fotográficos disponibles se vio de algún modo opacada por el invento, en 1887, de una cámara Kodak para uso masivo con el lema: «Presionas un botón, nosotros nos encargamos del resto». Básicamente, es una simplificación de la experiencia. Yo compré mi primera cámara digital en 2000, hace 23 años: el aparato viene con un sensor digital, pero todo lo demás sigue siendo lo mismo: tienes una lente, tienes exposición, los controles siguen siendo los mismos. De modo que el lenguaje continúa desde la fotografía tradicional.
Pero luego aparece la fotografía computacional: significa que la imagen, que es capturada por un teléfono o una cámara, es procesada por varios algoritmos. Si hoy, por ejemplo, tomas una foto con un teléfono Pixel de Google, la imagen capturada pasa por 33 algoritmos diferentes. Ciertos teléfonos no solo captan una imagen, sino que en realidad siguen grabando continuamente y captan imágenes antes y después del momento en que presionas el botón. De esta manera, uno puede tomar las mejores partes de diferentes imágenes y combinarlas. Dicho de otro modo, la fotografía hoy en día es completamente computacional, algorítmica. Hoy en día, solo los fotógrafos profesionales que usan cámaras caras y ajustan todo manualmente son los que hacen fotografía «normal». Todos los demás están haciendo fotografía computacional.
Y ahora tenemos una nueva etapa, que es la fotografía de IA. Es decir, una nueva forma de fotografía sin lente. La IA puede simular bastante bien la apariencia del mundo tridimensional. Pero, por supuesto, tiende a ser estereotípica, como te dije. No obstante, puede simular los artefactos de la fotografía: puedes obtener imágenes que parecen tomadas en los años 60, en blanco y negro, con un tipo de grano particular, etc. Lo interesante, para mí, es cómo estas nuevas posibilidades de IA se irán incorporando a la fotografía que es realizada por miles de millones de personas.
Por ejemplo, hoy tomas una foto y luego puedes usar Midjourney para agregar algo o cambiar algo. Puedes decir: aquí quiero un lago. Solo es cuestión de tiempo para que un software en tu teléfono pueda hacer lo mismo. Será muy interesante ver eso. Pero debemos prepararnos para ver también un aluvión de imágenes triviales. Ya me da un poco miedo imaginarlo, porque cuando tomas una fotografía de la realidad, es algo un poco más único. No todo lo que se ve es perfecto, las nubes no son perfectas. Mientras la IA solo hace cielos perfectos.
Dicho esto, ¿consideras que estamos a puertas de una revolución en la fotografía popular?
La fotografía popular está en camino a convertirse en algo diferente: algo entre la fotografía y la pintura. Esto no es completamente nuevo, ya que a fines del siglo XIX e inicios del XX era común que las personas pintaran sobre fotografías: esa era la forma de retocar o de colorear estas imágenes. Alguien podrá decir que la IA ha convertido la idea de la fotografía como medio documental en algo aún menos relevante. Pero esto tampoco es nuevo, porque cuando Photoshop apareció hace 30 años, ya daba la posibilidad de hacer de la fotografía algo similar a la pintura. Pero ahora, por supuesto, puedes hacerlo mucho más rápido.
Lo último que quiero remarcar es que a los fotógrafos hoy en día se les pide a menudo que hagan videos, dada la popularidad de YouTube o de los reels en Instagram. Sin embargo, por más populares que sean los videos, no están reemplazando a la imagen fija. En primer lugar, porque toma más tiempo ver un video. En segundo lugar, porque si quieres comunicar un mensaje, si quieres causar una impresión, la imagen fija sigue siendo la mejor opción porque puedes controlarlo todo. Así que creo que seguiremos viviendo en esta era de la fotografía. Tal vez sea hecha por IA o por una cámara, no importa. Las imágenes fotográficas —me refiero a imágenes realistas y detalladas en perspectiva— seguirán reinando durante décadas.
Y luego, ¿qué pasará en 2050? Es una pregunta muy interesante. No lo sé. Quizás tendremos retratos que contengan todos tus datos: todas las personas que conociste, todas tus ideas, todo tu ADN. Algo como representaciones de datos. Tendremos que ver.