Entrevistas
Tuane Eggers
Brasil -
febrero 17, 2023

La poética de los hongos

Desde muy joven la fotógrafa brasileña Tuane Eggers sintió fascinación y encanto por los hongos. Al experimentar con cultivos de hongos sobre imágenes y después de verlos bajo el microscopio, el encantamiento aumentó y ella inició una obra en la que cocrea con hongos y crea a partir del pensamiento que el estudio de los hongos permite: la transformación, el cambio de perspectivas, el comportamiento del micelio y las esporas.

Por Marcela Vallejo

Cuando trabajaba como asesora de prensa en la Universidade do Vale do Taquari, la fotógrafa Tuanne Eggers conoció a Walter Beys da Silva, un profesor experto en hongos que trabajaba sobre control biológico de plagas. Tuane, que preparaba una nota sobre el trabajo del profesor, aprovechó el momento y le propuso algo que desde hacía un tiempo venía pensando: hacer un cultivo de hongos sobre fotografías. El resultado fue muy interesante y la llevó, tiempo después, a matricularse en la Maestría en poéticas visuales de la Universidade Federal de Rio Grande do Sul.

Tuane descubrió la fotografía siendo una adolescente. Le gustaba hacerse autorretratos en diferentes lugares, especialmente en su casa. Así empezó a explorar el patio y el jardín de su mamá y descubrió a los hongos que crecían entre las plantas. “Poco a poco”, cuenta, “pasé a ver a esos seres que también descomponen cosas y que hacen parte de la transformación de la materia. Me interesó ese aspecto no tanto sombrío de la descomposición, sino el hecho de que son puntos de partida para la transformación y el surgimiento de otras cosas”. 

Para ella fue un proceso de encantamiento que empezó a transformar también su mirada. Después de aquel primer experimento con un cultivo sobre fotografías y de un viaje en el que empezó a encontrarse con los hongos, Tuane inició un proyecto de largo aliento que se ha manifestado en varias series fotográficas y obras como Estudos sobre fungos e montahas, el proyecto transmedia Fluxus fungus, el corto del mismo nombre  y la tesis de maestría A poética dos fungos.

Ayahuasca Musuk

En un principio, Tuane quedó encantada con las formas, los colores, las texturas. Pero luego, dice Tuane  “a medida que profundizo en ese universo, percibo también que se intensifica el misterio que lo rodea: y mi encantamiento se expande”. Ahora ella no solo retrata hongos, sino que piensa su obra como una en la que hay cocreación con estos seres vivos, transformando imágenes en pequeñas esculturas que están en constante transformación. Los hongos la han llevado a jugar con la superposición de imágenes, de texturas, de capas de significado.

En esta entrevista hablamos a partir de una serie de conceptos que ponen en diálogo biología, micología, filosofía y arte. Todo de la mano de los hongos, seres de una existencia “discreta y fundamental para el equilibrio de la vida en el planeta”, organismos misteriosos que permiten una interacción entre la vida y la muerte.

En uno de los textos citados en Fluxus fungos aparece la idea/imagen de las “dos puertas” y dice que ante la situación de estar frente a dos puertas, los hongos no tienen que elegir, pueden ir por las dos. ¿Qué quiere decir eso?

Los hongos son diferentes de nosotros. Cuando nosotros nos enfrentamos a dos caminos, debemos elegir uno de ellos porque nosotros tenemos un solo cuerpo, no es posible tomar los dos caminos. Pero los hongos pueden ir por los dos lados y expandirse hacia donde ellos quieran, porque ellos van lanzando esporas y van proliferando por ahí.

Tanto en el site de Fluxus Fungus como en tu disertación de maestría, tienes una base conceptual densa y muy fuerte. Como es tu proceso para crear las imágenes, ¿estos conceptos las preceden y guían la creación o aparecen después de hacer las fotos?

El imaginario de la investigación está presente. Siempre que me encuentro con los hongos y tengo el deseo de fotografiarlos, toda la investigación está presente. No es como si yo lo pensara antes. Cuando pongo los títulos a las fotos, por ejemplo, es un momento de reencuentro con la imagen, no es algo que venga de antes, sino que es un proceso después, cuando pienso en lo que quiero decir con la foto.

Por ejemplo, la foto titulada “La memoria es un campo de invención”. Entre el momento en que hice la foto y el momento de darle un nombre, pasaron casi cinco años. Al revisitar la imágen para publicarla, reflexiono en torno a la sensación que ella me transmite. En este caso, me hizo pensar mucho en la memoria como algo que se reinventa y reconfigura cada vez que la visitamos.

Otro ejemplo es “Una hoja también puede ser un hogar”. Algo que me llamó la atención cuando hice la foto, era que varios honguitos habitaban una hoja como si ella fuese su piso. Esa sensación no me llegó exactamente en palabras al momento de captar la imagen, pero pude traducirla cuando publiqué la foto.

Hay fotógrafos que piensan mucho antes: deciden cómo va a ser el encuadramiento, cómo cada elemento va a estar en aquella imagen. Pero para mí el proceso nunca ha funcionado así. Siempre ha sido más fluido y libre, sucede dependiendo de la influencia del ambiente en el que estoy, el clima en el que estoy, las personas con las que estoy. La mayoría de las fotos de hongos las he hecho en ambientes de viajes con amigos, o en pequeñas salidas de campo. Además, los hongos requieren un tipo particular de atención, una forma de estar presente.

Algo que aparece en las fotos intervenidas por los hongos es la superposición. Cuando las vi, pensé que el nombre, Estudios sobre hongos y montañas, tenía que ver con el hecho de que esa intervención va generando unos pequeños relieves.

Algo que me gusta mucho es que en esas fotos ellos dejaron los contornos medio confusos. Uso el término confusión de los contornos, porque no da para entender bien qué es el hongo y qué es la imagen, ellos van descomponiendo lo que era la imagen fotográfica.

También hay sobreposición de imágenes.

Sí, hay muchas personas que creen que es un efecto que hago después. Pero no, lo hago en el momento en que fotografío, uso una cámara que facilita ese proceso. Cuando hago una foto, aseguro la película y hago otra, así todo queda en el mismo frame. Casi siempre sé qué imagen va a resultar, pero muchas veces trabajo con sorpresas, al final realmente nunca se sabe cómo va a quedar.

¿No te da miedo el error?

Yo creo que la fotografía analógica es trabajar constantemente con el error y con la belleza presente en el error. También implica relacionarse con los errores de otra forma, porque hay que lidiar con muchas sorpresas, a veces son buenas y otras veces no tanto. Ya me ha pasado que creo que todo va a salir muy bien y cuando veo la película revelada me doy cuenta de que no funcionó. Además, existe un apego diferente a la imagen porque esos son los únicos registros que se tienen. Es muy diferente de la fotografía digital, que uno puede disparar infinito y ver si quedó como uno quiere o no. 

Hace un tiempo hice un viaje que duró algunos meses, viajé en carro con algunos amigos desde Porto Alegre hasta Cusco. Cuando ya habían pasado dos meses, había usado ya varios rollos y estábamos en Cusco. Allá es común que falte agua en la noche y alguien dejó el grifo del baño abierto, cuando el agua volvió mojó todo, incluida la mochila en la que tenía uno de los rollos. Pensé que se había dañado, pero lo conservé para revelarlo al regresar. Cuando lo hice, descubrí unas manchas muy interesantes, me gustó mucho ese accidente y creo que ahí también había algunos hongos por la humedad. Un amigo usa un término que me gusta mucho para hablar de cosas así, él dice que está abierto a la belleza del desastre. Para mi tiene que ver con eso.

“Los hongos son agentes entre la vida y la muerte. Y hacen que veamos la muerte con otra perspectiva. Nuestras culturas tienen una fuerte base cristiana y aún vemos la muerte como un tabú, como el fin de la vida. Los hongos nos muestran que somos solo un flujo de la vida y que ella aún está aconteciendo en muchos niveles”

Otra palabra que aparece en tu trabajo es la de la precariedad. Entiendo que tiene que ver con la vulnerabilidad. ¿Eso es respecto a tu trabajo o a los hongos?

Yo creo que los hongos hablan mucho sobre precariedad. El libro La seta del fin del mundo: Sobre la posibilidad de vida en las ruinas capitalistas de Anna Tsing ha sido una gran influencia para mí. Ahí ella habla mucho de una especie llamada matsutake que es cultivada en Japón, pero la especie se extendió por otros lugares del mundo. Ella comenta que después de la bomba de Hiroshima ese fue el primer ser que emergió de la tierra.

Esa historia me llevó a pensar en cómo esos seres, justamente por esa capacidad de transformar las cosas, a veces en ambientes que creemos devastados y precarios, para ellos por el contrario son ambientes ideales para nacer y transformar aquello en otra cosa. 

Me parecen muy bonitas las analogías posibles con el momento en que vivimos en este planeta, cuando todo parece tan precario y no hay una perspectiva clara del futuro. No por nada muchos pensadores están empezando a mirar a seres como los hongos y los líquenes, que tienen esa capacidad de habitar lugares que no son los ideales.

 

En el video dices que los hongos están en un momento clave entre la vida y la muerte. Y te preguntas si lo que hay que hacer es dejar que todo desaparezca o si, por el contrario, hay que pensar en recomponer a partir de lo que tenemos. ¿Cuál crees que es el camino?

Ellos son agentes entre la vida y la muerte. Y hacen que veamos la muerte con otra perspectiva. Nuestras culturas tienen una fuerte base cristiana y aún vemos la muerte como un tabú, como el fin de la vida. Los hongos nos muestran otra perspectiva, que somos solo un flujo de la vida y que ella aún está aconteciendo en muchos niveles. Cuando nuestro cuerpo deja de existir como lo conocíamos, será alimento para otros seres y otras cosas van a surgir a partir de ahí.

Al final del video de Fluxus fungus hago una propuesta que tiene que ver con eso, con cambiar nuestra mirada en relación con las cosas: no es necesario que pensemos en el fin del mundo, en el fin de nuestra especie como algo dado que no puede ser revertido. Esa es, de hecho, una narrativa muy peligrosa, este pensamiento del que se habla hoy de que estamos viviendo esta era del antropoceno está teniendo un impacto irreversible sobre nuestro planeta. 

¿Qué la hace peligrosa?

Esa narrativa es peligrosa en el sentido de que nos hace pensar que no hay nada que hacer, que no debemos esforzarnos. Yo creo que hay muchas cosas que podemos hacer y para eso es necesario que nos reconectemos con esos otros seres, que logremos percibir que vivimos en el mismo planeta con otras especies y que muchas otras historias pueden ser contadas.

Una pensadora que habla mucho sobre eso es Donna Haraway. Me gusta mucho cuando ella dice que debemos considerar el antropoceno, sí, pero no podemos dejar que sea mayor de lo que es. Ella propone el término -ceno, casi como un juego, para entender que hay muchos otros -cenos para ser pensados, otras historias que pueden ser contadas. Creo que el paso que hay que dar ahora es ese: ver hacia los otros seres que coexisten con nosotros.

 

Justamente de ella me parece muy interesante la idea de los parentescos raros. En ese sentido estaba pensando en la idea de los mundos en contacto. Siguiendo con tu idea de que el mundo no es antropocéntrico.

Hay un movimiento muy importante, incluso en la academia. Por lo menos aquí en Brasil y yo imagino que en otros países también, hay cada vez más autores no europeos, no norteamericanos, y también autores indígenas siendo citados como referencias. Y en muchos de estos autores y en estos libros aun del universo humano, hay otras historias y otros universos. 

Por ejemplo, hablamos del antropoceno como una relación del hombre sobre el planeta, pero en realidad se trata de un tipo específico de existencia. La existencia indígena no ha tenido el mismo impacto sobre el planeta. Hay estudios que indican que la selva amazónica, por ejemplo, fue creada, en gran medida, como un jardín cultivado por muchas comunidades.

En ese sentido, me parece injusto hablar del ‘antropoceno’ y sus impactos como algo tan generalizado, como si todos los seres humanos fuésemos igual de responsables.

En el sitio tienes una cita de Robin Wall Kimmerer, una pensadora estadounidense de origen Potawatomi, en la que habla de la palabra Puhpowee. Esa palabra se refiere a ‘la fuerza que hace que los hongos se levanten de la tierra durante la noche’. Para ella fue impactante conocer el significado de esa palabra y darse cuenta de que no había alguna análoga en inglés, ni en los términos científicos. Esa palabra la lleva a reflexionar sobre cómo en el lenguaje científico las palabras se usan para definir los límites del conocimiento y lo que está más allá permanece sin nombre. Y es como si lo desconocido no existiera, pero entonces ¿dónde queda la imaginación?

La misma ciencia parte de ese desconocido y también de imaginar cosas. Es justo ahí donde se formulan las hipótesis y se hacen las cosas. El universo de los hongos me encanta en parte por ser tan desconocido, porque es muy poco lo que se sabe. Solo un pequeño porcentaje de los hongos que existen han sido descritos por la ciencia. 

Una cosa graciosa en la experiencia que tuve de ir al laboratorio de hongos a observarlos en el microscopio fue que después Melissa Palacios, la investigadora colombiana que me invitó, me dijo que me enviaría las imágenes que habíamos captado y posiblemente el nombre de la especie titulando los archivos. Muchos llegaron con el título “ni idea”.

Para mí fue algo muy gracioso, y al mismo tiempo tenía todo el sentido, en mi investigación hablo mucho sobre ese misterio, sobre ese desconocimiento. No todo ha sido abordado por la ciencia aun.