La vida que permanece junto al gran agujero
En el ensayo visual There’s a Hole Inside Us, el fotógrafo Ian Cheibub documenta la situación de la Serra dos Carajás, en la Amazonía brasilera, donde la empresa Vale do Rio Doce opera la mina de hierro más grande del mundo. Luego de viajar y la zona y convivir durante un año y medio con sus habitantes, produjo un trabajo que no solo registra el impacto tóxico de la minería en el paisaje y las salud de las personas, sino la singularidad de la cultura local y la resistencia ante el modelo extractivo que se ha impuesto en la zona.
Por Alonso Almenara
Ian Cheibub era aún un estudiante de fotografía cuando se enteró de la tragedia que acababa de ocurrir en el municipio de Brumadinho, en el estado de Minas Gerais, sureste de Brasil. Esa zona montañosa, que debe su nombre a las brumas en toda la región, es el centro de operaciones de la minera Vale. En esa mina, el hierro se extrae con agua: los residuos líquidos se albergan en represas alrededor de la mina para su posterior tratamiento. Pero el 25 de enero de 2019, una de esas represas cedió. El colapso del dique generó una avalancha de lodo que sepultó las instalaciones de la presa, la mina de hierro y varias viviendas en áreas rurales, dejando un saldo de 270 muertos y convirtiendo la zona en un barrizal.
Ese fue el evento que lo motivó a iniciar una investigación sobre el papel del extractivismo en su país. Poco después, empezó a documentar la situación de la Serra dos Carajás, donde se encuenta la mina de hierro más grande del mundo, ubicada en el corazón de la selva tropical de Brasil. Hoy genera miles de millones de dólares en ganancias para la misma compañía, Vale do Rio Doce, pero alguna vez fue el sitio del movimiento guerrillero más importante del país. En 1982, diez años después de que cesaron los combates, el gobierno brasileño lanzó el Gran Proyecto Carajás, con asistencia de Estados Unidos.
Según Cheibub, la empresa Vale, en alianza con el gobierno, «construyó un legado de borrado histórico, ya que las violaciones de derechos humanos quedaron enterradas a lo largo de los 9.000.000 km2 de la región. La historia pasteurizada es un problema en toda América Latina, pero especialmente en Brasil».
En el ensayo visual There’s a Hole Inside Us, finalista del Festival Della Fotografia Etica 2022, Cheibub se propuso examinar los vacíos que se crearon tanto en la tierra, a partir de la minería, como en las personas que habitan en Carajás, quienes llevan en su memoria la compleja historia de esta región. Se trata de una historia alternativa, distinta a la que perdura en las calles y plazas públicas, a veces incluso en los museos locales. Pero las fotos en blanco y negro de Cheibub no ponen el acento en la devastación o en la pobreza que persiste en la región: exploran, en cambio, la cotidianidad de la vida en Carajás y dan cuenta de la dignidad de un pueblo que no acepta someterse al destino tóxico que le ofrece la minería.
“Cada vez que la gente de Carajás era fotografiada, los capturaban dejando traslucir una cierta lástima en su mirada. Eso para mí es un problema porque he sido testigo de la enorme dignidad de estas personas. Es la mayor dignidad de un pueblo que he visto en mi vida. Y eso no estaba siendo fotografiado.”
¿Cómo empezaste a documentar la situación en Brumadinho?
En 2019, cuando se rompió la represa de Córrego do Feijão en Minas Gerais, fui a ver lo que sucedía. Tenía 19 años en esa época. Fue algo que me marcó profundamente porque la compañía Vale de Río Doce sabía que esto podía pasar en cualquier momento y no hizo nada para detenerlo.
Por otro lado, en la universidad había tenido una clase llamada Minería, dependencia y nacionalismo que presentaba una visión crítica de la minería en todo el país. Eso me interesó mucho. Pero hasta ese momento no conocía la realidad de todas esas región de Brasil que son muy impactadas por la minería y quería conocerla. Finalmente empecé a investigar lo que ocurría en la Serra dos Carajás, en el norte del país, donde la empresa Vale tiene su mina más importante. Viajé allá y contacté a una organización que se llama Justiça nos Trilhos (Justicia en los rieles), que ha sido fundamental para que yo haga este proyecto.
Todo empezó con un viaje de casi dos meses para conocer a las comunidades. Pero sentía que cuanto más me informaba, más era necesario profundizar la investigación. Entonces empecé a trabajar allá. Mi vida fue esa historia durante un año y medio. Conocí a mucha gente, muchas historias. Al final comprendí que los problemas de la región están muy conectados: la dependencia, la minería, la explotación de la gente, el trabajo forzado, la destrucción de la naturaleza. Vivir allá fue muy importante porque me dio una visión más general de lo que ocurre en Brasil, y no solo con la minería. Porque la minería está conectada con la deforestación, con el garimpo: es todo un proyecto neocolonial de explotación de la Amazonía y del país.
¿Qué te interesaba captar en estas imágenes?
Lo primero que debo decir es que no existen muchos proyectos fotográficos sobre esta región específica, y mucho menos proyectos de largo plazo. Además, estando allá me di cuenta de que cada vez que la gente de Carajás era fotografiada, los fotógrafos los capturaban dejando traslucir una cierta lástima en su mirada. Eso para mí es un problema porque he sido testigo de la enorme dignidad de estas personas. Es la mayor dignidad de un pueblo que he visto en mi vida. Y eso no estaba siendo fotografiado.
Además, esta gente está librando una lucha muy fuerte contra el extractivismo. Documentar esa lucha, dar cuenta de las conquistas de estas personas, de su dignidad, era algo que sentía casi como una obligación, como una deuda de la fotografía con Carajás.
¿Cuán importante es para ti establecer un vínculo personal con las personas que retratas?
Para mí es esencial convivir, quedarme en la comunidad. Nunca me interesó ir solo a tomar fotos. De hecho, los primeros días no usaba la cámara. Esperé el tiempo necesario para que se desarrollasen relaciones. Yo hablaba de todo y me sorprendió mucho la apertura de estas personas. Ellos te ofrecen todo lo que tienen. Realmente estoy muy agradecido con las personas que viven allá porque este trabajo es muy colectivo. Desarrollé el proyecto muy cerca de ellos. No podría haber sido de otro modo porque me quedaba en sus casas, comía la misma comida, bebía la misma agua. Y tres años después de haber hecho ese trabajo he vuelto a las comunidades. Hasta hoy sigo en contacto con ellos, hace poco estuve ahí. Para mí es necesario volver, en todos los trabajos que hago.
Una de las cosas que señalas en el texto que acompaña este trabajo es que los mitos y el sincretismo son instrumentos de subversión del status quo. ¿A qué te refieres?
En esa región todo está conectado. La más importante guerrilla que ha habido en Brasil es la guerrilla del Araguaia, que surgió en esta zona en 1967. Fueron unas 70 personas que se enfrentaron contra 10.000 hombres del Ejército nacional. Y la guerrilla desde el principio fue pensada para que la minería fuera soberana: para que con los producido con la mina de Carajás, la región pudiera separarse de Brasil y mantenerse económicamente.
Hacia el final de la guerrilla, cuando fueron capturados sus principales líderes, surgió un mito popular que contaba que cuando los soldados estaban a punto de matarlos, ellos se convirtieron en roca, en mariposa o en león. Eso es una manera en que los mitos y el sincretismo se convierten en formas de subversión del status quo. A partir de la mitología y de los símbolos, nosotros en el Sur global podemos cambiar esas lógicas perversas que nos afectan.
Ese aspecto mágico alimenta otro proyecto que está conectado con There’s a hole inside us, ¿cierto?
Así es, son dos proyectos conectados: There’s a Hole Inside Us, de documentación más clásica, y uno ficcional que aún estoy desarrollando. El segundo proyecto aún no tiene nombre pero está inspirado en el trabajo de Nicolás Janowski, un fotógrafo argentino que me gusta mucho. Él tiene un proyecto llamado Adrift in blue, sobre el imaginario de la Tierra del Fuego. Me gustaría trabajar con la gente como él lo hace. Mi idea es hacer un documental ficcional sobre una compañía de teatro en la Serra dos Carajás, donde surgió la guerrilla. También voy a documentar las operaciones militares ocurren hasta hoy en la zona. Quiero mezclar el pasado, el presente y el futuro desde una óptica que conecte con el pensamiento mágico de la región.
Para terminar: ¿cuál es para ti el papel de la fotografía documental?
Sé que hay muchos fotógrafos que van a lugares como Carajás u otras zonas del país afectadas por la minería sólo para sacar fotos y luego se van. Desde el principio fue muy claro para mí que yo no quería hacer eso. Una de las razones es que soy un estudiante y un aprendiz del fotógrafo João Roberto Ripper. Él ha curado mis trabajos y ha editado cosas conmigo. Y él desarrolló un concepto llamado “fotografía compartida” que implica, por ejemplo, que cuando una persona no se siente cómoda siendo fotografiada, uno apague la cámara inmediatamente. Para él la fotografía es una conexión entre quien es fotografiado y quienes ven las fotos. La fotografía es, como él dice, una “corriente de solidaridad”, una herramienta esencial para quebrar estereotipos. Y eso es lo que siempre me ha guiado.