Rostros que se pierden
Luvia Lazo es una fotógrafa zapoteca que retrata el momento en que los rostros se “empiezan a perder”. Es una idea que en su lengua tiene una palabra que la designa y que se usa cuando una persona se aleja, cuando alguien deja de visitar o cuando alguien desaparece. Con esa idea, Luvia retrató a los mayores de su comunidad, en quienes identifica el final de la vida. Ahora ha comenzado una exploración más profunda sobre la transformación del cuerpo en la vejez.
Por Marcela Vallejo
Un día, la fotógrafa zapoteca Luvia Lazo, llegó a la casa que compartía con sus abuelos. Cuando la sintió llegar, su abuelo Domingo le dijo “Luvia kanitlow”, es decir: “Luvia, se me está perdiendo tu rostro”. Domingo tenía un problema de cataratas que había ido avanzando, y la visión era cada vez más borrosa.
Una traducción posible sería, “Luvia me estoy quedando ciego”, pero su abuelo no solo le estaba hablando de su pérdida de visión. Eran los últimos días de su vida, “cuando estaba muriendo y ya no veía”, cuenta Luvia, “a lo último ya no habría los ojitos y me dijo ahora sí perdí tu rostro”. Era algo definitivo, para eso no había operaciones posibles. Lo que le dijo su abuelo, se le quedó grabado en la memoria.
Justo en esos días, Luvia salía a caminar por Teotitlán, su pueblo. La casa de sus abuelos está muy cerca del panteón, y ella solía asomarse a ver los rituales, la música y las fiestas. Un día vio a un señor cargando un atado de hilos teñidos de índigo. Cuando lo vio, recordó a su abuelo, quedó encantada por la imagen y le pidió permiso al señor de los hilos para hacerle un retrato. Ese fue el primero de la serie Kanitlow, los rostros se pierden.
Luvia lleva ya un par de años trabajando en esta serie de retratos, cuya característica principal es que el rostro de la persona no es visible. Retrata a ancianos y mayores de su comunidad, personas que están en el final de sus vidas y algunas de las cuales han fallecido. El trabajo de esta artista fue seleccionado por VIST durante las revisiones de portafolios de Mirar Distinto 2023.
Esta exploración la ha conducido lentamente a otras. Para ella Kanitlow es una primera capa, ahora está descubriendo las otras: la transformación del cuerpo con la vejez, la realidad que impone la muerte de los mayores en las comunidades indígenas, el fin de la vida y la desaparición paulatina de algunos rostros.
Luvia es fotógrafa, dice, porque no le va bien escribiendo. Y porque una vez salió de su pueblo para estudiar, al volver lo redescubrió por medio de la cámara. Así también fortaleció la relación con sus abuelos y bisabuelos.
¿Cómo empezaste la serie Kanitlow?
Cuando mi abuelo falleció, yo tenía una beca del FONCA para Jóvenes creadores y yo estaba trabajando con mujeres de mi comunidad. Pero estaba en medio del duelo y hablé con mis tutores para decirles que no sentía honesto mi trabajo. Entonces, en ese momento empecé a fotografíar espacios de mi abuelo.
Hice fotos, por ejemplo, de cuando fui a recoger su ropa. En ese momento ya su closet eran tres camisas solitas. Y empiezo a navegar este duelo y a ver a muchos abuelos que yo sentía que estaban cerca ya de partir, como mi abuelo. Los conocía por el mercado y también porque esto está atravesado por el Covid, cuando mueren muchos adultos mayores.
Entonces, empiezo a poner más atención a estos signos de la muerte, a su forma de caminar y decido a retratar a muchos de ellos. Varios de los que retraté han muerto en el último año.
¿Cómo reaccionan las personas cuando les pides un retrato y a la vez les pides que se cubran la cara?
Conozco a todas las personas que retrato. Entonces cuando empiezo a acercarme a estas abuelas y a estos abuelos que quiero retratar, hay un diálogo previo. Cuando les digo que quiero hacer la foto sin el rostro o les pido que se volteen, la reacción es muy curiosa, porque ellos esperan la foto tal cual, el retrato tal cual y cuando les pides que se volteen si existe hasta una comodidad del cuerpo. Y luego la curiosidad de decir: “¿y cómo salí?, ¿Cómo me veo detrás?”
Hay algo que me hace pensar tu proyecto y, en particular, su nombre y es la idea de que con estos mayores algo desaparece en las comunidades indígenas. Al mismo tiempo, siento que es una idea como muy estática de pensar que si se mueren los viejos, entonces se muere algo más.
Yo soy muy pro a que absolutamente todas las personas deberíamos tener el derecho a elegir. No porque naciste artesano tienes que quedarte artesano toda la vida, porque la mayoría del país piensa que se debe preservar porque es importante. También es importante reconocer si en tu necesidad como persona dices, bueno, yo nací siendo esto, pero quiero tener la oportunidad de elegir ser, en mi caso, fotógrafa. Mis papás son carniceros, y bien, soy carnicera y abrazo esa parte, pero tener la oportunidad de elegir creo que debería ser como para todos. Soy artesana, pero también quiero escribir o hacer esto porque creo que es importante lo que todos tenemos para decir y compartir.
Por ejemplo, en mis fotos está un señor que se llama Emiliano, esta foto la hice en la costa y Emiliano, que en paz descanse, está vestido de manta totalmente y vende platanitos en el mercado. Pero hay otras, en la del señor del hilo, él lleva un par de Levi’s no con sus hilos. Y en ese caso ni Emiliano es más ni el señor del Levi’s es menos, es solamente una forma y un momento social, político, cultural de muchas cosas que nos toca vivir.
En las fotos hay varios elementos: las locaciones, las prendas que llevan las personas, los elementos que cubren sus caras. ¿Eres tú quien elige eso?
Me interesa mucho que las fotos justo sucedan de manera natural y que se vea como las personas estamos viviendo, no me interesa caer en eso de pedirle a la gente que se ponga su traje típico para que yo lo retrate. A mí me invaden muchas preguntas, porque hay una línea delgadita entre si estoy reforzando algo o si solo estoy registrando o estoy documentando.
Sé que esas fotos muchas veces son preguntas que me hago. Por ejemplo, ¿por qué se dejó de tejer? No es nada más porque no me gusta, seguramente también está atravesado por una cosa económica de decir esto no me sostiene. Al señor del hilo yo le pregunté por su pantalón y me dijo que su hijo, que está en Estados Unidos se los manda. Es decir, todo esto tiene que ver con muchos otros temas que van cruzando la imagen.
La primera lectura que puedes darles es como, “ay, qué bonito México, flores”, ¿no? Mucha gente se queda ahí. Pero ellas van mucho más allá.
Has dicho que Kanitlow es una primera capa y que ahora estás explorando una más profunda, ¿de qué se trata?
Empezó con mi abuelo, pero me di cuenta después. Hice bastantes fotos cuando ya dije en cualquier día se me va. Eran imágenes como del ojito con la catarata, la manita, o estas cosas de los abuelitos, que uno como que no les encuentra sentido, o sea, mi abuelo, se abrochaba la camisa con un clip, y él no dejaba que se la compusiera.
Esta nueva capa se da cuando me acerco alrededor de estas personas y con la convivencia voy viendo cómo se transforman. Esto de la piel, este cansancio en la mirada o pasa algo bien curioso y es que los espacios en donde duermen se van reduciendo. Es decir, veo este proceso de cómo se empiezan a hacer más pequeñitos.
Pero de esto tengo apenas unos destellos. Cuando estuve en la revisión de Mirar Distinto terminé con dos fotos y esa es una guía de lo que me está llamando.