Los recuerdos artificiales de Cristóbal Ascencio
En Las flores mueren dos veces, el fotógrafo mexicano radicado en Madrid utiliza técnicas como el data bending, la fotogrametría y la realidad virtual para traducir en imágenes lo que sintió al enterarse de que su padre se había suicidado. Es un proyecto donde la artificialidad de la memoria es intensamente captada gracias a un uso inventivo de la computadora.
Por Alonso Almenara
“Las flores mueren dos veces trata sobre una reconciliación”, escribe el fotógrafo mexicano Cristóbal Ascencio. “Mi padre, de nombre Margarito —como las flores— era jardinero y murió por primera vez a mis 15 años. 15 años después, supe que su muerte había sido un suicidio y fue entonces cuando murió por segunda vez. En su última carta escribió sobre plantas y se despidió diciendo: ‘Perdóname y comunícate conmigo’.”
Este fue el evento disruptor que cambió la vida de Ascencio, así como su forma de entender la fotografía. De pronto, se obsesionó con sus propios recuerdos y con la artificialidad de las imágenes que conservaba de su padre: ¿realmente se podía decir que lo había conocido? ¿Qué otras cosas podía esconder alguien que creía tan cercano? ¿Y qué diferenciaba, en el fondo, los recuerdos propios que lo remitían a una falsa familia idílica, de las memorias artificiales de los replicantes surgido de la imaginación de Philip K. Dick? “Mediante la revisión de álbumes familiares y la manipulación de datos estructurales en sus fotografías, cuestiono los recuerdos asociados a ellas”, explica. “A partir de esta experimentación creo nuevas imágenes que sirven como metáfora para hablar sobre la memoria corrompida”.
Por este trabajo, el fotógrafo de 34 años entró en 2022 a la lista de Ones To Watch del British Journal of Photography: una selección de creadores visuales emergentes, elegidos de un conjunto de casi 500 nominaciones. Lo que distingue el proyecto no es solo la intensa carga emocional de las imágenes, sino el modo ingenioso en que el uso de tecnologías como el data bending, la fotogrametría y la realidad virtual abre nuevas perspectivas en el tratamiento artístico de temas primordiales como el duelo, la naturaleza de la memoria, y la relación padre-hijo.
Las flores mueren dos veces consta de tres partes: una serie de fotografías analógicas alteradas digitalmente; un entorno virtual creado a partir de modelos 3D de plantas asociadas al padre de Ascencio; y el material de archivo, propiamente. Lo que recorre este trabajo es el fantasma de una conversación imposible con el padre ausente. Es, también, un curioso conjunto de imágenes en el que se amalgaman la fotografía, la memoria, el mundo digital y el mundo orgánico de las plantas.
El trabajo con imágenes de archivo o con fotos de álbumes familiares no es nuevo: tiene una larga historia y podríamos incluso decir que se ha convertido en una tendencia importante en la fotografía contemporánea. Sin embargo, me parece que has encontrado una forma original de aproximarte a este tema. ¿Qué fue lo que te interesó, específicamente, de trabajar con imágenes antiguas o recuperadas?
Las flores mueren dos veces fue mi primer acercamiento al trabajo con imágenes de archivo. En específico, quería hacer un proyecto que hablara sobre sobre mi padre y sobre la relación que tuve con él. Para mí el archivo es algo muy personal… Desde pequeño solía coleccionar fotos de álbumes familiares, sacaba las imágenes y me armaba una colección propia, porque había ciertas fotografías que las tenía muy ligadas a un recuerdo en específico. Al plantearme este proyecto quería hablar justamente de cómo esos recuerdos se estaban viendo afectados desde que me enteré de que mi padre había cometido un suicidio. Me pareció que utilizar el archivo era la forma más directa de hacer esa conexión con los recuerdos personales.
La segunda parte del proyecto, que tiene que ver con la creación de un jardín a partir de modelos 3D, trata de dar respuesta a la carta que escribió mi papá antes de morir. Yo me puse a pensar en cómo podría comunicarme con él, y lo que hice fue buscar en México plantas que él hubiera sembrado y que hoy siguieran vivas, para hacer un jardín. Y la forma en la que decidí hacerlo fue a través de fotogrametrías: es decir, modelos 3D hechos a partir de fotos que tomé de esas plantas, y que monté luego en un espacio virtual. Me pareció que era una solución técnica que tenía sentido, porque lo que quería era crear un espacio que no hubiera podido existir de otra forma. Esas plantas están en diferentes lugares de México y solo podía reunirlas así.
Luego de todo ese proceso me di cuenta de que era como una colaboración directa con mi papá, y que el trabajo de alguna forma hizo revivir la relación que tenía con él: el volver a esos lugares, el tener conversaciones con la gente que tiene esas plantas. Es el modo cómo se siguió desarrollando esta relación que se supone que debería de haber terminado cuando él murió.
Dices que te interesa explorar cómo los recuerdos se alteran, y que encontraste una suerte de modelo para ello en la forma en que ciertas herramientas tecnológicas permiten alterar digitalmente las imágenes. ¿Podemos hablar, primero, de qué tecnologías usas? Y luego, ¿qué es lo que te interesa de ellas como fotógrafo?
Una de las tecnologías que usé en este trabajo es un lenguaje que se llama Processing, muy utilizado en el campo de la creación visual. Y en ese marco utilizo una técnica que se llama Pixel Sorting, que es un tipo de Data Bending. No es algo nuevo: las primeras aplicaciones en fotografía datan, si no me equivoco, de 2008 o 2009. En este caso, lo que me interesaba era entender la imagen como datos y jugar directamente con esos datos. Pero para mí lo más importante era que la técnica utilizada tuviera algo que decir sobre el trabajo mismo. Lo que hice entonces fue establecer una metáfora entre el modo en que la información se puede alterar en la imagen numérica, y cómo estaban cambiando mis recuerdos.
Por otro lado, este procedimiento me permitió trabajar con un concepto que me interesa muchísimo, y que es el error digital o el glitch. Siempre me ha gustado ese elemento de azar que hace que las imágenes cobren una vida nueva. El hecho de que es algo que no puedes controlar al 100% me gusta, y creo que aún cuando uno trata temas fuertes o muy personales, es importante en la práctica fotográfica, o en cualquier práctica creativa, divertirse y disfrutar lo que se está haciendo. La experimentación y el juego eran tan importantes para mí como la relación entre técnica y contenido, y todo eso coincidía en el uso del glitch.
Existe la opinión de que el uso de medios digitales para el tratamiento de la imagen trae un riesgo, que es el de “esterilizar” las fotos. Y sin embargo en tu trabajo parece suceder lo contrario: el artificio potencia el impacto emocional de las fotografías.
Creo que en general tendemos a romantizar lo analógico y a pensar que todo lo digital enfría las imágenes y les quita el aura o el punctum o lo que sea que hay dentro de una fotografía. No tiene por qué ser así. Las nuevas tecnologías suelen ser muy vistosas, por lo que uno tiende a fijarse únicamente en el resultado final, sin tomar en cuenta lo que hay detrás, todos los procesos que se tienen que llevar a cabo para llegar a esa imagen. Pero si investigamos y aprendemos a usar la tecnología, empieza a cobrar sentido. Al final, técnicas como el Pixel Sorting son solo una herramienta más a la hora de hacer imágenes. Si el uso de esa herramienta está justificado, entonces no tiene por qué entenderse el procedimiento como algo frío.
“Suelo comparar el estado actual de la fotografía con el boom del soporte digital. Había un discurso de que eso iba a matar la fotografía. No, simplemente ahora estamos viendo los primeros cambios de un nuevo periodo. La inteligencia artificial es una herramienta muy poderosa, pero no me atrevería a decir que va a sustituir la labor del fotógrafo o que estamos en una guerra. Nos toca aprender a utilizarla y ver cómo nos funciona en nuestras prácticas.”
¿Consideras que vivimos una época excitante para la fotografía? Me refiero a la abundancia de herramientas que tiene hoy el fotógrafo a la mano. Pienso, por ejemplo, en la inteligencia artificial. ¿O es que, en el fondo, siempre ha sido así, en el sentido de que la innovación tecnológica es una constante con la que los fotógrafos tienen que lidiar desde los inicios de esta práctica?
No es que siempre ha pasado lo mismo, pero sí creo que estamos repitiendo esquemas que vienen de un periodo anterior. Yo suelo comparar la situación actual de la fotografía con lo que pasó cuando empezó el boom del soporte digital, y había todo este discurso alrededor de que esto va a matar la fotografía y todas esas predicciones muy pesimistas. No, las cosas simplemente cambian y ahora estamos viendo los primeros cambios de un nuevo periodo. La inteligencia artificial es una herramienta muy poderosa, pero no me atrevería a decir que va a sustituir la labor del fotógrafo o que estamos en una guerra. Lo que nos toca es aprender a utilizarla y ver de qué manera nos funciona en nuestras prácticas.
¿Has experimentado con inteligencia artificial, es algo que consideras incorporar a tu trabajo en el futuro?
El año pasado estuve bastante interesado en las redes neuronales e hice un par de ejercicios cortos con bancos de imágenes. Hay trabajos que ya se están haciendo y que para mí tienen todo el sentido a la hora de utilizar esta herramienta. Me viene a la mente, por ejemplo, el trabajo Juan Covelli, que es un fotógrafo colombiano que hace imágenes bastante interesantes con redes neuronales; o el trabajo de la argentina Sofía Crespo. Son dos ejemplos muy buenos de cómo entender la inteligencia artificial y utilizarla, exprimirla y que tenga sentido. He experimentado también con la generación de imágenes a partir de texto. Me emociona usarla, pero aún no he encontrado una manera de salir de lo estético para llegar a este otro punto que me interesa, que es usar la herramienta para ampliar un discurso, potenciarlo.
Hemos hablado del prejuicio con respecto al tratamiento digital de la imagen. Hay otro prejuicio que tiene que ver con la automatización. ¿En qué consiste el trabajo del fotógrafo cuando utilizas estas tecnologías? ¿Hasta qué punto eres el autor de las imágenes, y no la máquina o el ingeniero que programó Processing?
Para responderte me gustaría describir lo que hago cuando uso Processing. Imagínate que tienes una caja de texto en blanco y que tienes que ir explicándole al programa qué hacer, desde cargar la imagen a cómo interpretarla, qué hacer con ella. El uso de Pixel Sorting es trabajoso, en realidad. Lo que hace el programa es dividir la imagen en cuadrantes y asignarle valores a esos cuadrantes. Por ejemplo, yo le puedo decir al programa: “todos los píxeles que estén entre el valor 10.000 de negro y el 5000, sepáralos, muévelos tres píxeles a la derecha, 4 veces arriba y repite eso 30 veces”. Y a partir de ahí, luego de estar haciendo pruebas y pruebas, llegó a una imagen final que me gusta. Siempre hay un componente de azar y de juego en el proceso, pero es necesario probar una, dos, tres, cien veces hasta llegar a un punto en que diga ok, esto me funciona.
Entonces, más que un proceso automatizado, creo que es una colaboración fotógrafo-máquina. En realidad, desde el momento en que tomas una fotografía ya estás colaborando con una máquina para capturar la luz y todo eso. Cuando trabajas las imágenes en la computadora, de algún modo estás haciendo lo mismo. Lo importante es que si no tienes claro qué quieres hacer y por qué estás usando esa herramienta, no vas a llegar a ningún lado.
¿Hacia dónde crees que está yendo el uso de la tecnología en la fotografía?
Yo creo que ahora mismo la inteligencia artificial es la punta de lanza. Y creo que vamos a empezar a ver la inteligencia artificial aplicada directamente al aparato, a las cámaras. En algunos años, o probablemente antes, vamos a empezar a ver cámaras que básicamente podrán ser programadas para que hagan la mejor imagen posible según ciertos parámetros que irán aprendiendo. Me parece súper emocionante pensar que una cámara a lo mejor va a empezar a aprender lo que yo fotografío, cómo fotografío, qué tipo de luz me interesa, etc. Y lo irá asimilando. No creo que sea tan loco pensar que va a llegar un punto en el que mi trabajo como fotógrafo va a ser enseñarle a una cámara cuál es mi mirada… y empezar a dejarla en un terreno fértil para que coseche imágenes.