Entrevistas
Luis Chumbe
Perú -
agosto 25, 2023

Los Wembler’s, patriarcas de la cumbia amazónica

El cineasta peruano Luis Chumbe ha estrenado su documental Sonido amazónico, en el que examina la carrera musical de Los Wembler’s de Iquitos, la ciudad donde él nació. Esta banda legendaria, fundada en 1968, es en parte responsable de iniciar la revolución de la cumbia amazónica; y sigue activa, medio siglo después, pese a las dificultades que ha tenido que sortear. Entre ellas, la muerte de tres de sus cinco miembros originales durante la pandemia.

Por Alonso Almenara

El nuevo documental de Luis Chumbe, centrado en la mítica banda Los Wembler’s de Iquitos, incluye secuencias en las que vemos al grupo tocando en barcazas ante una multitud distribuida en pequepeques y otras embarcaciones menores en pleno río Amazonas. La sensación que deja este espectáculo —y la que transmiten muchas escenas de Sonido amazónico— es que algunas cosas solo pueden ocurrir en Iquitos. 

Ahí nació la cumbia amazónica, esa música híbrida que surgió cuando, por influencia del rock inglés, se introdujo la guitarra eléctrica en la música tropical. Pero la ciudad en sí misma es otra mezcla singular, un ritmo propio hecho de mototaxis, lluvia y mosquitos, una fiesta, “un sudor cotidiano”, como dice Luis. Y esa peculiar mixtura de sensaciones ha sido rara vez captada por el cine amazónico; pero es algo que esta película se precia, al fin, de plasmar. 

En el núcleo del largometraje tenemos un retrato de la familia musical más importante de Iquitos: los Sánchez Casanova. Cinco hermanos —Isaías, Jair, Alberto, Jairo y Misael— que formaron Los Wembler’s en 1968, el mismo año en que aparecieron Los Destellos y Juaneco y su Combo y que, junto a esas bandas, sentaron las bases de la cumbia amazónica. Entre sus temas más famosos están “La Danza del petrolero”, “Un silbido amoroso”, “Sonido amazónico”, “Amenaza verde”.

“Siempre han sido genios para mí”, dice Luis. “El interés por su música me viene de mi abuela, que era muy fan de este grupo. Ella siempre ha sido muy pobre pero se las arreglaba para ir a verlos. Vengo de una familia muy fiestera, la verdad”. Sonido amazónico se estrenó el pasado 15 de agosto en el Festival de Cine de Lima, luego de un periodo de producción que duró cuatro años, y que estuvo marcado por problemas vinculados con la pandemia de covid-19. La película será proyectada en salas comerciales de Iquitos a partir del 5 de enero del próximo año, coincidiendo con la fecha de aniversario de la ciudad. 

Trailer oficial de Sonido amazónico

¿Cómo empezó este proyecto?

Se dio la coincidencia de que una amiga mía hizo un cortometraje que usa música de Los Wembler’s en una escena, y como ella vive en España, me pidió si podía contactarlos para conseguir los derechos musicales. Así, a través de unos amigos, llegué al señor Jair, que es la voz de Los Wembler’s, y él, amablemente, accedió a cedernos la música sin cobrarnos. 

Después de eso empezamos a conversar. Yo ya había tenido un acercamiento a su música: ellos tocaban en un festival de arte urbano que solíamos organizar con unos compañeros en Iquitos. Además soy documentalista, así que siempre tengo un ojo atento a qué historia puede ser buena. Y veía algo que me gustaba en Jair. Admiro su música y su simpatía. Conversar con él es muy agradable. Es un apasionado de lo que hace, de lo que él mismo es. 

Y una cosa que me tocó es que me dijo: “este año cumplimos 50 años como agrupación y nadie nos va a celebrar”. Ellos están muy orgullosos de lo que han hecho, pero es verdad que en Iquitos no hay ese amor por ellos. Los señores necesitaban hacer algo. Habían compuesto doce temas nuevos, de los que ya tenían varios grabados, y querían grabar unos videoclips para conectar con la juventud. 

¿En ese momento ellos venían de una gira en Europa, cierto? 

Así es. Todo empezó en 2012, cuando fueron a Italia con la Marca Perú. Era un reinicio para ellos luego de haber estado apagados tanto tiempo. De pronto estaban teniendo éxito nuevamente y haciendo conciertos multitudinarios en Europa. Entonces fue agradable encontrarles en ese momento en que se sentían reconocidos. Su música ya no se escucha tanto en el Perú, pero fue muy popular en los años 70 y 80. Era una música de barrio: Los Wemblers venían de condiciones muy pobres. Es una música que te habla de ese momento, es gente que movía a esa masa. 

Entonces cuando los conocí estaban muy contentos de haber tenido esa experiencia en Europa, pero a la vez se lamentaban de que en Iquitos carecían de ese reconocimiento. Me pareció interesante porque empecé a notar los conflictos en Jair, que es una persona especial, un personaje de mi ciudad. Sin pensarlo mucho, decidí darle una mano con los videoclips. Y fue como un torbellino. Pensé que la cosa no podía quedar ahí, que tenía que contar esta historia. Conversé con mi socio, hablé con mi productora, todo ese mismo día. De verdad esa tarde yo ya tenía una película en mi cabeza. Y cuando sucede algo así, yo me lanzo. Empecé a convencer gente: en una semana ya había reunido a todo el equipo con el que he estado trabajando cuatro años en este proyecto.

Es decir, dos semanas después de la primera conversación con el señor Jair estábamos grabando los videoclips, y a la tercera semana ya estábamos rodando la película. El inicio del rodaje coincidió además con la época de carnavales, que es un momento en el que ellos están muy activos. Grabamos muy intensamente durante cinco días. Aunque mi idea original era hacer un cortometraje, cuando acabó el rodaje sentí que esto tenía suficiente consistencia como para convertirse en un largo. Postulamos a los fondos DAFO del Ministerio de Cultura y ganamos. Pero al año siguiente empezó la pandemia. Eso lo cambió todo. Porque por más que teníamos los fondos, había muchas cosas que no podíamos hacer. No podíamos ni siquiera comprar los equipos. Intentamos rodar dos veces, el equipo vino a Iquitos pero los terminamos evacuando. Hay miembros del equipo que se enfermaron en un momento en el que no había vacunas. 

De verdad costó mucho hacer esta película. Sobre todo porque Iquitos fue una de las zonas más golpeadas por la pandemia en el país. Y Los Wemblers estuvieron en ese torbellino. Antes de eso, la ciudad ya atravesaba una crisis hospitalaria, una crisis de dengue, y todo el sistema de salud estaba colapsado. Con la pandemia fue mucho peor. Y la segunda ola se llevó a Alberto, el guitarrista de Los Wembler’s, y a otros dos de los hermanos Sánchez, que aunque ya no estaban activos musicalmente, eran miembros fundadores de la banda. 

Videoclip del tema “Icaro del amor”, dirigido por Luis Chumbe

¿Cómo lograste terminar la película en ese contexto tan complejo y doloroso?

Yo había empezado el rodaje con la alegría de contar con la presencia de cinco hermanos que vienen haciendo música desde hace cincuenta años. Y de pronto eran dos. Y en realidad no había grabado casi nada. Fue un momento muy crítico para el proyecto, pero también para nosotros a nivel personal, porque el cine documental conecta con la vida misma. Esas personas que fallecieron eran amigos míos, era gente con la que compartí mucho. Fue un momento de mucho dolor, una pérdida para todos. Sin embargo, la vida siguió. Los Wembler’s siguieron y lo siguen dando todo. Y la película es un reflejo de lo que nos pasó en estos cuatro años. 

Al principio, como decía, tenía una idea de película que iba por otro lado. Ellos tenían muchos planes, iban a volver a Europa, tenían proyectados seis meses de gira, habían conseguido algo bien importante en sus vidas. Y la pandemia acabó con todo eso. Pero ellos nunca dejaron de trabajar. Son músicos y sus hijos son músicos y tienen nietos que son músicos. La peculiaridad de Los Wembler’s, y lo que los diferencia de otros grupos de cumbia como Los Destellos o Los Mirlos, es que es un clan familiar. Creo que la película también tiene fuerza por eso, porque se centra en ese legado. La banda es liderada por dos patriarcas que manejan sus familias siguiendo las costumbres de Iquitos. Porque en el fondo son los patriarcas los que mueven mucho del sentido de comunidad que se vive en la selva. Y los hermanos Sánchez son chéveres por eso, porque son auténticos loretanos, son auténticos músicos charapas. Y sus hijos continúan ese legado. 

Videoclip del tema “Lamento selvático”, dirigido por Luis Chumbe.

Pero la principal dificultad es que Alberto Sánchez, la primera guitarra de Los Wemblers, ya no estaba. Falleció en pleno rodaje. Y Alberto era en verdad el genio de este grupo. Por eso parecía imposible reemplazarlo. Finalmente el hijo mayor de Jair tomó la posta, pero todavía le cuesta, es un reto enorme. Lo cierto es que todo el registro que hice con Alberto en vida ha tomado cierta importancia después para el proyecto, siendo él justamente el autor directo del sonido amazónico que se va. Así, la película empezó a tener otro sentido. Yo soy muy intuitivo, cuando hago un proyecto voy viendo en qué dirección va la vida y en base a eso voy armando, con respeto frente a la situación porque son personas reales que se están abriendo su intimidad, sus problemas, sus sueños. 

Han pasado cuatro años. Volvimos a grabar cuando pudimos. Pasaron muchas cosas hasta llegar a este momento en el que Los Wembler’s lograron prevalecer. Esta película tiene todo ese aire de lo que ocurrió, de cómo hubo un momento duro en el que ellos se apagaron, pero luego hay un renacer. Es una peli muy sincera en ese sentido. Y ellos son personajes muy agradables, es parte del atractivo de la película. Hay mucha gente mayor en Sonido amazónico, tanto los músicos como sus fans. La presencia de los hijos es más fuerte al final, como para dar pase a lo que son ellos ahora. 

Entonces ellos están contentos con la película y yo también. Creo que es un aporte a la manera de contar, de hacer cine desde la Amazonía, algo que va a quedar para Los Wembler’s y para la ciudad, porque también es un homenaje a Iquitos y a nuestras forma de vida. La propuesta fotográfica justamente viene de las formas que tenemos allá, de cómo somos.

¿Podríamos hablar un poco más de esa propuesta?

Como te dije, tuvimos varios percances en el rodaje: entre ellos, la dificultad de encontrar momentos en los que pudiéramos grabar, y con qué equipo hacerlo ya que no teníamos la posibilidad de comprar mucho material durante la pandemia. Entonces empezamos a grabar con lo que teníamos a mano, agarramos material de varios lados, y luego hubo momentos fuertes de rodaje, ya con todo el equipo de producción.

La idea no era hacer una película pulcra. Queríamos que haya mucho movimiento, que la película sude, que se sienta el ritmo de la ciudad, el ritmo de los mototaxis, el ritmo de la locura, el ritmo de la música. Ellos son así, son unos tíos súper eléctricos que siempre están haciendo muchas cosas. Desde ahí se gestó la propuesta fotográfica.

Hay muchas tomas del río, grabamos desde canoas. También usamos drones porque es una ciudad que convive con los ríos y con la selva, y eso hay que verlo desde arriba. Quería reflejar mucho de esa identidad que es tan fuerte en los personajes, en la ciudad, y me atrevo a decir que en mí también. Hay un lenguaje muy amazónico en esta película, por la forma de hablar que tienen los protagonistas, con esos dobles sentidos, por la forma de grabar. Es una película graciosa, es triste, conecta mucho con los amazónicos. A ver cómo la reciben en Lima.

 

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