Malignas influencias
Entrevistas
Diego Moreno
México -
febrero 10, 2021

Malignas influencias: cómo transformar el albúm familiar

Cuando tenía 5 años los padres de Diego Moreno lo enviaron a vivir con su abuela y quedaron a cargo de sus otros dos hijos. Siendo un niño, Diego no entendía muy bien lo que sucedía, a pesar de que muchas personas hablaban de abandono. Creció con su abuela, sabiendo que la suya no era la historia de algunos de sus compañeros cuyos padres habían muerto. Poco a poco fue entendiendo que también era una historia de mucha violencia.

A los 14 años Diego compró su primer celular con cámara, empezó a hacerse fotos. La primera fue de su espalda, después de haber sido golpeado por su papá, y la perspectiva le abrió la cabeza: podía verse a sí mismo desde otros puntos de vista. Se hizo retratos a diario: registró su cotidianidad y la vida con su abuela. Un año después de comprar su celular, volvió a vivir con sus padres y sus hermanos, y la cámara fue el espejo que le permitió ver a la medusa: a través del lente logró construir vínculos con su familia.

Diego no proviene de una familia de artistas, en la suya la mayor aspiración era ser profesor de escuela, pero él encontró la fotografía y el arte por necesidad. Quería encontrarse a sí mismo y llenar los vacíos que existían en su historia personal. Una de las cosas que siempre envidió fueron las fotos familiares y de niños que tenían sus compañeros de escuela. La fotografía fue la herramienta para lograr llenar esos vacíos y contar su propia historia.

La escritora María Zambrano en su libro Notas de un método dice que “No está tan solo quien puede contar su propia historia”. La fotografía le ha permitido a Diego entender su pasado familiar, establecer vínculos con otras personas y crear nuevas formas de imaginar su origen y su familia. Quizá una de las cosas más importantes que aprendió y que constantemente repite es que: “Siendo atento y teniendo empatía pude lograr saber que no había ni buenos ni malos en la historia”.

Durante 8 años fotografío la vida con su abuela, y luego con su madre y sus hermanos. Con las fotos construyó el álbum familiar que nunca tuvo y que se consolidó en el fotolibro Huésped. En el medio e influenciado por su carrera en comunicación intercultural, decidió trabajar con la tradición de los panzudos mercedarios en el proyecto En mi mente nunca hay silencio. Sin embargo, sacó a los panzudos del desfile tradicional y los llevó a los espacios domésticos y privados. Actualmente desarrolla Malignas influencias, un proyecto que mediante la apropiación de archivo y la intervención sobre fotografías, juega con la idea del origen, imaginando otros linajes y otras relaciones. 

Malignas influencias

Malignas influencias

 ¿Cómo empezó tu relación con la fotografía y el arte?

El arte llegó a mi vida como un acto de necesidad, de una profunda necesidad. En mi familia no hay un antecedente de artistas, no hay músicos, no hay pintores. Yo provengo de una familia donde todos venían de un rango aspiracional de ser profesores de preescolar, de medio superior. En México es como a lo que se aspiraba para tener una comodidad económica, pues se podían heredar las plazas educativas. Entonces yo provengo de una familia que, desde pequeño, lo que me indicaba era ser profesor de aula, e ir a las montañas, ir a algún pueblo a ser profesor rural. Realmente para mí la fotografía surgió como una necesidad muy fuerte de encontrarme a mí mismo y de buscar muchas respuestas a todo el vacío que sentí durante mi infancia.

En resumen, mi historia familiar y personal es un poco complicada porque provengo de un lugar muy violento. Desde niño mis papás me abandonan con mi abuela materna y ellos se hacen cargo de mis hermanos. Yo quedé como en un limbo, con muchísimas preguntas de niño y aparte creciendo con muchas implicaciones. Nunca supe con claridad por qué mis papás me habían abandonado; pero otras personas me hacían saber muy violentamente por qué. Crecer con este peso del abandono me costó muchísimo.

Algo que recuerdo mucho y que me causaba mucha envidia, es que cuando iba a la escuela te pedían como hacer el recuento de tu vida, ¿no? que contaras tu infancia, que enseñaras tus fotos de cuando eras bebé. A mí me frustraba mucho no tener esta imagen de mí mismo y poderla compartir.

Creo que de mi abuelita surgió este enlace de la fantasía para sobrellevar mi infancia. Ella me decía que mis papás tenían mucho trabajo, que yo era su compañía y que íbamos a crecer en este rol abuela y nieto, pero que mis papás estaban presentes. Para mí era un mito tener papás. No era como las tragedias de compañeros que sus papás habían muerto, mis papás existían ¿sabes? Y poder configurar esta imagen de ellos me costaba mucho y por lo tanto pues construir una imagen de mí mismo también.

A los catorce la fotografía llega a mí y se vincula conmigo como una manera de traducir la profunda soledad que tenía, porque aparte de toda esta violencia familiar, también sufría demasiada violencia en la escuela. Era un choque de fuerzas todo el tiempo: lidiar con entender por qué mi presencia era tan incómoda hacia los demás. Entonces, desde niño también yo sentí una empatía con lo monstruoso, con lo ajeno, con todo esto a lo que se le tiene miedo y, y poco a poco como que también me hicieron comprarme y comprar ese personaje de ser como el creepy de la familia, como alguien que no tenía enlace con su familia, sino que era un ser ausente

Empecé a hacer autorretratos a los 14 años, con el primer celular que compré. La primera foto que me hice fue una vez que me dolía mucho la espalda, mi papá me había golpeado. Esa fue la primera vez que me fotografié y para mí ese acto de verme desde otro ángulo, aunque fuera doloroso, era importante. Creo que ahí empecé a generar esta imagen de mí mismo, a abrazarla y a entenderla. 

Malignas influencias

Malignas influencias

En parte por tu edad, tú iniciaste con la fotografía digital, eso implica otras cosas.

Es muy interesante este artefacto que a mí me tocó haciendo fotografía digital con el celular, que es otra época también, es muy interesante ver como para muchos la fotografía análoga y la fotografía digital hace que se vinculen con algo de una manera particular. La inmediatez, por ejemplo.

En muchos lugares de Latinoamérica el arte es para gente rica. O sea, se resume así ¿no? Para mí pensar en ser artista era inimaginable. Pero la fotografía, la misma democratización de la fotografía llegó a nosotros de la mano del celular, de un clic. Puedes tomarte la foto, verte y tener prueba de lo que es tu cuerpo y de lo que estás viviendo. Además, había un hueco profundo, porque yo no tenía fotos de mi infancia, de la matriz del ser humano que es el álbum familiar.

A los 14 años empecé a hacerme fotos con mi abuelita, como un acto de afecto, algo natural entre ella y yo. Sin pensar que iba a estudiar foto, que me iba a dedicar a esto. Era tener la cámara y jugar con ella, nada más, como un espacio privado entre ella y yo.

Cuando llevaba tres años de fotografiarme a diario con ella, me di cuenta de que el mismo medio fotográfico servía para crear esta interacción con los demás. A mí realmente me costaba mucho interactuar con las personas y por medio de la fotografía entendí que podía descubrir una imagen de mí, pero también podía descubrir quiénes son los demás.

Además, a los 15 años mis papás me reconocen como su hijo y me llevan a vivir con ellos. Cuando voy a vivir a su casa me doy cuenta del común denominador y del modus operandi familiar, pues sí es mucha violencia, tanto física como psicológica. Entonces entro en ese remolino a los 15 años, y empiezo a utilizar la fotografía con mi mamá y mis dos hermanos. Papá se va de la casa.

Por medio de la fotografía empiezo a interactuar con ellos y a fotografiar todo este caos violento que surge en la casa de mis papás. Me voy a vivir cuatro años con ellos y fotografio de manera ininterrumpida. La fotografía poco a poco se ha ido volviendo un medio para crear vínculos.  

Malignas influencias

Malignas influencias

Malignas influencias

Has dicho que la cámara fue el espejo que te permitió verle la cara a la medusa, ¿qué quiere decir eso?

Para mí era muy interesante y perturbador acercarme, por ejemplo, a mis papás, a mi mamá. Y la cámara era el único medio para evadir esta imagen tan confrontante y capturarla. Cuando leí la historia de la medusa de esta cosa de la seducción con los hombres y que los volvía piedra, yo sentí que para mí la cámara era como toda esta cosa del espejo cuando lo pones al sol, refleja lo otro y es como un bumerán, es un ir y venir constante. Yo creo que eso funciona en la fotografía porque en la medida que me afectaba a mi fotografiarme, trasladar este mismo pensamiento al fotografiar al otro y al tener empatía con el otro, fue cuando entendí la raíz de todo: que no era yo nada más el único que sufría en todo esto, sino que era más bien un ciclo, ¿no?

Y eso duró ocho años. Porque al entender todo eso, sabía que ellos también estaban pasando un dolor. Entonces, todas las personas que fotografiaba, que en realidad eran mi familia, aunque los veía como extraños, también venían de una historia muy complicada que hacía que todo se volviera común. Siendo atento y teniendo empatía pude lograr saber que no había ni buenos ni malos en la historia. 

En mi mente nunca hay silencio

En mi mente nunca hay silencio

¿Estudiaste fotografía de manera formal, escolarizada?

Sí, empecé a los 16 años. Hice un vínculo tan fuerte con la fotografía que dije “No, yo quiero dedicarme a esto. Yo quiero fotografiar, pero no quiero ser fotógrafo de bodas”. Pero tampoco encontraba como qué era, sabía que la foto era lo más importante para mí. Entonces, un día caminando por el parque aquí en Chiapas, me encontré con un anuncio que decía Gimnasio de Arte Chiapas, y ofrecía cursos básicos de fotografía.

Para mí fue como iluminarme. Fui a preguntar y me dijeron que el primer curso iba a ser el curso básico de fotografía. Que era una escuela con sede principal en Ciudad de México y que era del fotógrafo José Luis Cuevas. En ese momento yo no sabía nada, nada. José Luis Cuevas es uno de los fotógrafos contemporáneos más importantes en México.

Yo dije orale, como que todo suena muy bonito. Y me dice esto no es una escuela, más bien es un centro donde tú puedes entrenar, por eso se llama gimnasio de arte, ¿no? porque te va a ejercitar esta manera de vincularte con lo que quieras. Pero nuestro medio principal es la fotografía. Nuestro primer taller es de autorretrato y nuestro segundo taller es de producción y vestuario.

Caí indicado, pues, mis primeros profesores fueron los indicados ¿no? Me acuerdo que la primera clase que yo tomé fue encontrarle un nombre a lo que venía haciendo durante ya varios años. Encontrarle un nombre fue también esperanzador, saber que todo lo que producía, todo lo que tenía en mis CDs porque ni siquiera tenía computadora, iba por algún lugar, que podría caber en algún lugar. Y esa fue otra manera de no sentirme tan solo.

Pero entonces fue otro rollo, porque también al decirle a mi familia yo quiero pagarme talleres de foto, me dijeron estás loco, eso no te va a llevar a nada. Entonces lo que hice fue meterme a trabajar en una papelería para pagar los talleres de foto y también me becaron mucho. Fue una apuesta y no me arrepiento, me da muchísimo gusto haberla tomado. 

En mi mente nunca hay silencio

En mi mente nunca hay silencio

Y ahí tú decidiste empezar a trabajar sobre temas familiares, sobre ti mismo.

Ajá. Fue tanto que me atrapó y siento que mi carácter es así: cuando me obsesiono con algo es como darlo todo y centrarme. Todo está enfocado. Mi energía, mi dinero, todo está enfocado a esto. Yo siento que Huesped sí me atrapó demasiado y no tuve disposición ni ganas de enfocarme en algo más, porque era también un proceso complicado que no me permitía vincularme.

Aparte estudiaba la carrera de Comunicación intercultural acá en San Cristóbal. Eso me sirvió mucho en mi proceso fotográfico, porque en la medida en que dediqué ocho años a Huesped a la mitad empecé un proyecto con una tradición de acá que es la de los Panzudos mercedarios. Y con ese tema hice el proyecto En mi mente nunca hay silencio. Eso me hizo voltear y salirme del drama y de lo personal que venía trabajando. O sea, toda mi obra es personal y para nada me da pena decirlo, lo he asumido muy bien y he tomado esta postura. Pero en la universidad llevaba vinculación comunitaria y era algo que también desde niño me venía haciendo ruido. Vengo de un lugar y de una familia que ha sido parte, de hecho, de antecedentes como el zapatismo, y de todo el gran caos que ha hecho Chiapas, que también ha sido un epicentro de muchos hechos históricos para el mundo.

Y seguía pensando en cómo podía concretar algo al fotografiar a los demás, pero en la medida que ellos me cuenten su historia como que sean coautores. Cuando empecé a idear este nuevo proyecto, este sí ya fue consciente. Este dije sí, quiero que sea un proyecto de foto que tenga capas personales, pero que sea fundamental revisar algo que me ha causado mucho ruido desde niño, que es el folclore.

Ahí entendí que mi trabajo podría ser eso, un documento y también una ficción todo el tiempo. Y con eso me sentí muy cómodo. Es lo que me permitió saber que puedo crear proyectos que no tienen que ver con una base tan familiar, como fue mi primer proyecto. Digo, ahora creo que todos mis proyectos hablan de mí, de mi propio interés, como de conocerme y conocer a los otros y que me han permitido hacerlo. Yo no podría decir en mi trabajo esto es documental y esto no, porque siento que este híbrido es con el que más me he sentido cómodo y me encanta cuando las barreras se rompen y cuando una cosa ya no es lo que tenía que ser. 

En mi mente nunca hay silencio

En mi mente nunca hay silencio

Tú dices que Huesped en parte fue llenar vacíos, crear vínculos, entender estas formas de la violencia familiar, entender que no hay ni buenos ni malos. ¿Qué es Malignas influencias?

Es mi proyecto más divertido, más rebelde y tomó mucha fuerza en la cuarentena. Tomó poder infinito en la cuarentena. Desde el 2017 vengo interviniendo fotos, tengo un proyecto que todavía está en proceso, se llama Spectrum y es un híbrido porque se compone de literatura, video, apropiación de archivo y foto.

Spectrum surge como una manera de investigar el linaje de las mujeres sanadoras de mi familia, mi abuela y mis tías vienen como de un linaje secreto porque también son católicas. Sanan con plantas pero con una energía esotérica de las predicciones y de los nahuales. Llevaba ocho años trabajando Huésped, que fue un gran avance para entender muchas cosas y decía pues quiero hacer algo más transgresor y tengo muchas ganas de borrar a los hombres de mi familia. En este proyecto de Spectrum, como realmente lo estoy enfocando mucho a rendirle honores a las mujeres de mi familia a todos los hombres que vea en las fotos familiares los voy a volver plantas. En este acto otra vez de querer este reconfigurar mi historia.

Esa fue mi primera base. Pero era muy tibio porque me daba miedo intervenir las fotos. En verdad, aunque no sean las fotos originales, meter mano a la historia, me perturba mucho porque no quiero herir a las personas, hay quienes les afecta si les quitas de las fotos.

En 2019 empecé a acomodar mi estudio y redescubrí todas las fotos de álbumes familiares que robé de mi mamá y de su casa donde salían mis hermanos. Las tenía ahí guardadas y otra vez dije ya tengo un scanner, voy a escanearlas y algo les tengo que hacer. Entonces un día estaba así aburrido y dije ay le voy a pintar cuernos. Fue como un detonante y empezaron a surgir las imágenes. Empecé a redescubrir mi propio archivo personal, porque también soy muy fan de comprarme fotos en los tianguis. Antes de la pandemia iba mucho al mercado de pulgas y encontraba fotos así de gente súper bizarra y decía pues qué increíble como para tenerla en mi casa me gusta. Y las fui coleccionando. Empecé recortando y pegando las fotos y dije pues se vería padre si le meto y le pinto cuernos y empiezo a sacar como cosillas que tengan que ver.

En enero del 2020 empecé a pintar a diario. Y en el encierro, para no salir fue mi único refugio estar pintando todo el tiempo y estar así, volviendo a leer la Biblia, recordando los años que serví a la iglesia. Eso es una especie de venganza ante el sistema religioso. Yo siento que es un sistema de violencia silenciosa, que nos ha pegado de muchas maneras en mi familia. Ahí surgió Malignas influencias

Huesped

Huesped

Huesped

¿Esta intervención del archivo familiar no es una manera de tener otra familia? ¿una monstruosa?

Sí. Para mí crear a los monstruos era como crear a mí tía abuela, que también fue borrada de la familia por estar deforme. Y crear estos seres que en una realidad alterna serían mi familia. Sería muy feliz porque son lo que son. Son algo que no te oculta nada, están allí, son feos y huelen mal. Pero es eso lo que es y es una manera de crear otra realidad, crear otra familia, decidir con quién sí y con quién no.

Es una manera de reflexionar sobre la estructura familiar. Lo entiendes muy bien, porque sí hay mucho de eso en mi obra, todo el tiempo. Por eso también el vínculo con la ficción, y con saber que uno puede crear esto para vivir otra realidad. No viajar y quedarme en la fantasía, sino saber que hay posibilidades alternas para sobrellevar todo. 

Huesped

Huesped

Huesped

¿Cuáles son tus referentes?

Creo que el principal es la tradición oral de mi abuelita. Me he metido a investigar en libros sobre leyendas y muchas de las que me cuenta no están. Así que busco traducirlas en imágenes.

Algo que desde muy pequeño me detonó imágenes es la música. Por ejemplo, soy súper fan de un grupo que ya no existe, de rock melódico. Se llamaban Austin TV, también me cautivaron porque nunca les conocías el rostro, siempre aparecían con máscaras de algo. Entonces, realmente yo creo que mi primer referente fue la música y después toda la escuela de la literatura gótica.

También las primeras películas que vi fueron de terror. Desde niño me cautiva. A mi abuelita, le causaba mucho conflicto que viera Chuky, por ejemplo. Yo soy súper fan de eso, del payaso. Me fascinaba porque era producto de la imaginación, por eso tomaba la forma de araña o de payaso, a lo que más le tuvieras miedo. Además, soy muy fan de Guillermo del Toro, vi en la adolescencia sus películas.

En los referentes fotográficos está Maya Goded, es mi amiga y también fue mi profesora. Ella me cautivó desde que la descubrí. Nuestros tiempos son super abismales y es muy interesante como nos cautivan los mismos temas. Otro es Roger Ballen. Los dos son mis máximos referentes de la foto, he tenido la oportunidad de conversar con ambos y ha sido un intercambio bien bonito. 

Huesped

Huesped

Por: Marcela Vallejo