Memoria, duelo y perdón: reparación simbólica en imágenes
Felipe Alarcón es un fotógrafo que documenta desde hace unos años procesos de reparación simbólica liderados por el Centro Nacional de Memoria Histórica en Colombia. Ha acompañado alrededor de ocho casos: uno de ellos es el de San José de Albán, un municipio del sur del país que vivió más de 20 años de violencia.
Por Marcela Vallejo
Un domingo de 1998, el pueblo de San José de Albán estaba en pleno día de mercado. Elizabeth Erazo Bolívar, una adolescente que cursaba los últimos años del colegio, caminaba al lado de su mamá tomándola de la mano, como todas las semanas, mientras hacían las compras en la plaza central. De pronto sintieron unos estruendos. Era la primera vez que la guerrilla se metía al casco urbano para atacar directamente la estación de policía. Elizabeth y su mamá estaban muy cerca de la estación. Antes de que pudieran entender lo que estaba sucediendo, una granada estalló sobre la cabeza de la niña.
Las heridas fueron muy graves: Elizabeth estuvo un año en el hospital intentando recuperarse, pero finalmente no lo logró. El hecho dejó conmocionada a la familia. 30 años después, retratos de Elizabeth cubren las paredes de la casa de los Erazo. Evidentemente, su duelo no ha terminado. El fotógrafo colombiano Felipe Alarcón Correa visitó el lugar como parte del trabajo de reparación simbólica que adelanta el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH).
Al principio la guerra siempre es de oídas y así se siente lejos. Pero de pronto se va acercando. Primero afecta a los vecinos. En el municipio nariñense de San José de Albán, al sur de Colombia, fue así. En 1990 se empezaron a escuchar las primeras historias del municipio vecino, el Tablón de Gómez, en los límites con el norte del Putumayo y el sur de Cauca. La gente hablaba de personas extrañas y armadas que recorrían las veredas y reunían a los pobladores para anunciar su llegada.
Poco después, esos mismos sujetos extraños llegaron a Albán. Al principio fueron vistos en las zonas rurales y luego en el casco urbano. En noviembre de 1994, el asesinato de tres personas consternó a la población. Ese mismo año, se dio el primer secuestro de un poblador. Fue el inicio de una seguidilla de eventos violentos que sacudieron el lugar durante 20 años. Estos hechos incluyeron asesinatos, secuestros, bombas, cuatro tomas guerrilleras, y enfrentamientos entre diferentes actores armados, incluyendo paramilitares.
El evento que terminó con la vida de Elizabeth fue el momento en que la violencia en Albán recrudeció. Según el CNMH, en Albán estuvieron presentes grupos paramilitares, la guerrilla de las FARC-EP, la guerrilla del ELN y el Ejército Nacional. Además de todas las violaciones a los derechos humanos, uno de los resultados más visibles fue el desplazamiento de la comunidad que inició en 1999, cuando se presentó la primera toma guerrillera. Otro menos visible fue la ruptura de los lazos de unión y solidaridad entre los vecinos del lugar.
Felipe Alarcón Correa
Felipe Alarcón Correa
Después de firmado el acuerdo de paz con las FARC —y como parte de procesos de reparación de víctimas que empezaron años atrás—, la comunidad campesina de Albán fue reconocida como un sujeto de reparación colectiva. Según la Unidad de Víctimas, los sujetos de reparación colectiva pueden ser comunidades campesinas y barriales, comunidades y pueblos étnicos, organizaciones, grupos y movimientos sociales que existían antes de los hechos victimizantes y “que sufrieron daños colectivos, es decir, transformaciones a sus elementos característicos como colectivo debido a vulneraciones graves y manifiestas a los Derechos Humanos y violaciones a los Derechos Colectivos en el contexto del conflicto armado”.
Así también ha sucedido con otras comunidades en Colombia, y fotógrafos como Felipe han acompañado varios procesos de reparación simbólica, que hacen parte de la reparación integral. De acuerdo con Álvaro Patiño, este tipo de reparaciones que no son de naturaleza económica ni judicial, “buscan subvertir las lógicas de olvido e individualidad en las que suelen caer las sociedades en donde se perpetraron violaciones a derechos humanos, ampliando hacia la comunidad el dolor de las víctimas, a través de una mirada crítica de lo pasado que trasciende al futuro”. Ante todo, lo que se busca es, mediante procesos de memoria colectiva, sanar heridas y evitar repeticiones.
Las reparaciones simbólicas se hacen en diálogo directo con las víctimas y de ellas pueden resultar podcasts, fotolibros, comics, documentales, exposiciones. Felipe ha acompañado casos en diferentes lugares del país como: San Andrés de Pisimbalá en el Cauca, Kwe’sx Yu’ Kiwe en el norte del Valle del Cauca, San José del Playón y San Basilio de Palenque en Bolívar, Antonia Santos en Cúcuta (Norte de Santander), el caso de la líder Yolanda Cerón en Nariño, Eyakera en el Darién (Chocó).
Felipe siempre trabaja de la mano de otros investigadores, y el proceso incluye varias reuniones para construir una narrativa con los habitantes de los lugares afectados. Juntos deciden todo: los ejes de la narración, las categorías en las que se quiere profundizar y los resultados finales. A partir del trabajo hecho en Albán, se publicará el libro Un viaje por nuestra historia. Memorias Visuales de la Comunidad de San José de Albán, Nariño, con textos de los investigadores Jairo Ortegón y María Alejandra Lozano y fotos de Felipe.
Además de trabajar con la familia Erazo, Felipe visitó la vereda Chapiurco en la cual se desarrollaron proyectos productivos con los fondos de la reparación. Ahí tienen un archivo fotográfico en visores telescópicos para ver diapositivas. En su trabajo incluyó muchas de las imágenes de ese archivo y otros de álbumes familiares.
En Albán es donde Felipe ha podido estar y compartir más tiempo con las personas. En el pueblo hay mucha gente que no está dispuesta a perdonar los actos violentos cometidos, especialmente, por la guerrilla de las FARC. Rememorar algunos sucesos sigue siendo doloroso y remueve cicatrices que aún no han terminado de sanar. A pesar de su rechazo, en Albán ganó Petro en las elecciones presidenciales, un triunfo llamativo en un lugar con tanto rechazo hacia personas que hayan sido parte de fuerzas insurgentes. Quizá eso tiene que ver con el lento movimiento hacia el perdón.
Para Felipe, Albán es “un pueblo campesino que se recompone lentamente del trauma de la guerra, donde los duelos se empiezan a tramitar, aún frente a nuevas amenazas y la incertidumbre de un conflicto que aún no se termina.”