Entrevistas
Eric Allende
Chile -
diciembre 29, 2022

Memorias a la sombra de una dictadura

En 2023 se cumplirán 50 años del golpe de Estado de Pinochet: un acontecimiento cuyas secuelas aún son perceptibles en el estallido social que sacudió a Chile en 2019. Valiéndose de recortes de diarios, fotos del álbum familiar, retratos actuales e instantáneas de manifestaciones recientes, Eric Allende explora el peso que ha tenido la historia política de su país en su familia. Con el proyecto 226 se ha propuesto revelar el modo en que la decepción por un futuro que nunca llegó —o por las promesas incumplidas del modelo neoliberal— ha moldeado la vida de varias generaciones de chilenos. 

Por Alonso Almenara

Entre los primeros recuerdos de Eric Allende está una fotografía de su abuelo Alfredo saludando a Salvador Allende. “Mi tata trabajaba en una fábrica que fue a visitar el presidente, y ahí lo conoció”, cuenta el fotógrafo, que pese a tener el mismo apellido, asegura no ser pariente del exmandatario. “Esa foto la recuerdo desde chico: siempre estuvo en la casa, puesta en un buen lugar, mostrada con orgullo”. 

Ayahuasca Musuk

Durante mucho tiempo, Eric vivió con sus abuelos maternos a las afueras de Santiago, en el número 226 de una calle llamada Lastenia. Vivían a una hora de la capital, donde termina la zona urbana y empieza la rural. “Era un sitio bien pobre en los setenta, puro campo. Pero igual había células, como les llamaban ellos”. Se refiere a grupos armados que se opusieron al régimen de Pinochet luego del golpe militar contra Allende en 1973. Aunque entendía, desde chico, que toda su familia era de izquierda, la política no le preocupó hasta llegada la adultez. Después de todo, en casa de los abuelos no se hablaba de estos temas. Al punto que Eric pasó los primeros veinte años de su vida desconociendo por completo una parte esencial de la vida de sus parientes más cercanos: la militancia. “A mi mamá no me la imaginaba con un arma”, comenta.

Esto cambió cuando Eric empezó a estudiar fotografía en el instituto. “Un día me pidieron un trabajo periodístico y se me ocurrió abordar el periodo de la dictadura. Entonces entrevisté a mi mamá. Fue fuerte porque me enteré de cosas que no me imaginaba de ella: me dijo que había sido parte de la Juventud Comunista a inicios de los ochenta”. Y añade: “Un día le vendaron los ojos y se la llevaron a un lugar secreto, en un bosque, no sabe dónde. Ahí aprendió a disparar”.

Eric se enteró el mismo día que su abuelo materno había trabajado en la reconstrucción del Palacio de La Moneda, luego del ataque que terminó con la vida de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973. También de que dos de sus tíos se habían ido a Rusia a estudiar. “Tengo algunos recortes de periódicos en los que aparece mi tío Miguel: era del partido comunista, fue dirigente sindical. Se lo llevaron detenido un par de veces; nada grave, felizmente”. De pronto entendió que toda su familia había participado activamente en la oposición al régimen militar.

Así surgió la idea de 226, un proyecto fotográfico que reconstruye la historia de los González-Muñoz —la familia de Eric por parte materna— tomando como elemento central el golpe de Estado que reconfiguró la sociedad chilena hace cinco décadas. Un evento que, en cierto sentido, no pierde contemporaneidad, pues fue el rito de iniciación sangriento con el que se instauró —como señala el teórico marxista David Harvey— el primer régimen neoliberal del mundo.

“Me interesaba ver qué hacían aparte de luchar: también tuvieron momentos felices, porque como familia se contenían. Y a esas imágenes antiguas añadí fotos del estallido de 2019-2020 que yo mismo saqué. En el fondo se trata del mismo proceso, un proceso largo que empieza en los setenta. Porque si bien la dictadura terminó, la desigualdad social siguió. Nosotros luchamos por los mismos problemas que ellos: mejor salud, vivienda, educación”.

Para el fotógrafo chileno, documentar la violencia que selló esa transición no deja de ser importante: su generación no puede darse el lujo de olvidar el terrorismo de Estado, las detenciones arbitrarias, la censura, los desaparecidos. Pero su trabajo toma una ruta distinta: él se enfoca en pequeñas historias personales, las luchas cotidianas y tragedias silenciosas que fueron también parte de la resistencia al pinochetismo. Así como la decepción, las frustraciones inmensas que trajo el regreso a la democracia. 

“La dictadura duró tantos años que no todo fue lucha, también hubo momentos familiares, y me interesaba explorar cómo mi familia vivió esa época, utilizando las pocas fotos que he podido rescatar de ese proceso”, dice Eric. “Me interesaba ver qué hacían aparte de luchar: también tuvieron momentos felices, porque como familia se contenían. Y a esas imágenes antiguas añadí fotos del estallido de 2019-2020 que yo mismo saqué. En el fondo se trata del mismo proceso, un proceso largo que empieza en los setenta. Porque si bien la dictadura terminó, la desigualdad social siguió. Nosotros luchamos por los mismos problemas que ellos: mejor salud, vivienda, educación”.

Lo que no esperaba era que fuera tan difícil conseguir información: sus tíos aún tienen dificultades para hablar de esa época. “No creo que sientan vergüenza, sino que tal vez quieran olvidarlo. Porque todos hicieron sacrificios”. Eric comenta que aunque todos sus familiares lucharon en dictadura, ninguno sabía exactamente en qué lugar estaba el otro, pues pertenecían a diferentes células. “Tuvieron que quemar libros, panfletos, porque la policía los allanó. En un momento me contaron que se llevaron detenidos a todos los hombres del barrio. Uno de mis tíos estuvo como dos meses detenido”.

No hubo desaparecidos entre los González-Muñoz, pero el acoso de las fuerzas del orden los acompañó durante años. “Me contaron que Rubén, una persona del barrio que yo he conocido, estuvo detenido acá en cerro Chena. Lo tuvieron dos días amarrado a un poste, desnudo, y escuchó cómo violaban a una niña. Estas situaciones terribles se deben haber dado mucho. Y son fuertes. Cuando me lo contaron me preguntaba cómo haces para levantarte después de vivir esa experiencia tan dura”.

Entre sus familiares más directos, fue la historia de su tía Juani la que más afectó a Eric. “Ella tuvo que sacrificar la crianza de su hija para concentrarse en la lucha. Me contaba que en ese tiempo era súper difícil ser dirigente sindical siendo mujer. Era un mundo de hombres machistas. Entonces uno de esos grandes sacrificios fue la crianza de mi prima, que tenía que dejar con la vecina, o con una tía, o con otros familiares para que la cuidaran. Su objetivo era derrocar a Pinochet para que mi prima tuviera más oportunidades de las que tuvo ella. Tal vez por esa situación tan difícil, mi prima empezó a consumir drogas a los 14 años”.

Y añade: “creo que esta historia no le ha pasado solo a mi tía, sino a muchas familias en Chile. Familias que quizás, gracias a Dios, no tuvieron detenidos o desaparecidos, pero que sí hicieron sacrificios muy grandes por luchar contra Pinochet. Y creo que también lo entendí porque me tocó vivir este proceso del estallido social. Lamentablemente hubo muchos heridos y esas son las historias más conocidas, pero hay muchas otras historias de personas anónimas que perdieron mucho por hacer valer sus derechos y buscar un país mejor”.  

Cuando a fines de 2019 estallaron protestas multitudinarias en varias ciudades de Chile, la feroz represión del gobierno de Sebastián Piñera trajo reminiscencias de la violencia estatal que vivió el país en los setenta y ochenta. Para la familia González-Muñoz, las conexiones entre ambos procesos están claras. «Es verdad que los problemas se acumulaban desde hace muchas décadas y que los distintos gobiernos no fueron ni fuimos capaces de reconocer esta situación en toda su magnitud», señaló el propio Piñera en un discurso en el que lamentaba la muerte de 18 ciudadanos a manos de las fuerzas del orden. 

Con 226 —proyecto que se convertirá próximamente en una publicación—, Eric Allende busca contribuir a que esa barbarie no quede en el olvido. Y que los sacrificios de quienes desde hace décadas vienen luchando en Chile por las mismas causas, encuentren un eco solidario entre las nuevas generaciones.

Ayahuasca Musuk

“Cuando fue el plebiscito conversamos harto. Es como si, luego de estar apagados por muchos años, se hubieran activado de nuevo. Porque cuando terminó la dictadura todos se imaginaban un futuro mejor y al final no fue así. Chile siguió siendo un país de derecha, se privatizaron muchas cosas, lo social no prosperó”, dice Eric. La decepción, en sus palabras, “fue gigante”. Pero a pesar de lo terrible que fue la represión, este nuevo proceso, aún en marcha, es para los Gonzalez-Muloz una razón de esperanza. “Me decían que les gustaba ver cómo los jóvenes habían perdido el miedo. Entonces apoyaban todo lo que podían. Pasamos de no hablar de política a salir a marchar juntos, nos unimos a la protesta”.

Ayahuasca Musuk