Entrevistas
Carolina Navas
Colombia -
julio 08, 2022

Mírame a los ojos

Después de una carrera más próxima al cine documental, Carolina Navas inició un proyecto personal: Nos miran. Para hacerlo, volvió a Tumaco, una ciudad costera al sur de Colombia, con la que tiene un vínculo familiar. Allí retrató a un grupo de jóvenes afrodescendientes que hacen del baile un modo de resistir a la violencia de la guerra contra las drogas.

Por Marcela Vallejo

Cuando la fotógrafa Carolina Navas empezaba sus recorridos por la costa de Tumaco, mientras buscaba historias de jóvenes afrodescendientes, encontró una escena que su lente capturó de inmediato: una muchacha y un muchacho de entre 15 y 17 años sentados sobre un tronco, los pies se pierden entre el pasto, sus miradas van directo a la cámara, nos miran, tienen camisetas rojas con estéticas de música urbana, los dos resaltan entre los verdes vegetales del fondo. “Parecían flores”, recuerda la artista colombiana. No habló mucho con ellos. Luego supo que eran novios y que estaban allí para asistir al homenaje a las víctimas del conflicto armado, que Navas también registraba, ese abril de 2016. Esa imagen fue la detonante de todas las que vendrían después. Las imágenes que casi de inmediato se transformarían en el proyecto Nos miran. 

Navas se formó como comunicadora social y su trayectoria ha estado ligada al cine y la televisión. En la universidad, su profesor de fotografía fue Lucho Hernández, alguien con un interés fuerte en la técnica clásica fotográfica, y que formó a fotógrafos no tan convencionales como Juanita Escobar o Juan Arias, a directores de fotografía del cine colombiano como Mateo Guzmán, Juan Carlos Gil, Diego Jimenez y Sofía Oggioni.

Con Nos miran, Carolina Navas recibió este año el premio de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad en el tema de las masculinidades alternativas y militarizadas. En Tumaco, al sur de Colombia junto al océano Pacífico, Navas conoció a un grupo de bailarines jóvenes, todos hombres, que en un contexto de guerra y de narcotráfico, donde el empleo informal alcanza el 70%, deciden bailar: utilizar su cuerpo y la fuerza de sus historias personales para hacer arte. Para la fotógrafa, son como flores que han brotado en una tierra dura, donde una de las mayores aspiraciones laborales es vender chips de celulares. Ellos, pese a ser víctimas directas de la guerra contra las drogas, le han enseñado a Carolina lecciones de amor propio, fortaleza y resiliencia, pero a la vez de muchísima belleza y vulnerabilidad.

Has estado más cerca del cine y de la televisión, ¿qué te llevó a la fotografía?

Yo estudié Comunicación Social en la Universidad del Valle y el énfasis de la escuela estaba muy ligado al audiovisual y el componente de fotografía siempre fue importante, desde ahí me involucré con la fotografía fija. Hice mucha foto fija en cine y dirección de fotografía para documentales. Fui fotógrafa de La Palabra, periodico de la Universidad del Valle. Hice fotos de bandas de rock. Me demoré en iniciar un proyecto completo, acabo de cumplir 44 años y a mi alrededor no tenía muchos referentes de mujeres trabajando en foto. Además trabajé mucho tiempo en televisión, cine y publicidad. 

Carolina Navas

Carolina Navas

Unos años después, fue en los talleres de Croma (coordinados por Jorge Panchoaga, Santiago Escobar y Zully Sotelo), cuando empecé a ver la foto de otra manera. Y fue uno de esos talleres donde apareció el impulso por contar una historia propia.

Fue una época como de efervescencia de la fotografía en Colombia y yo empecé a conocer a muchas personas que trabajaban en esto. Sin duda, para mí uno de los momentos más importantes fue participar en el Campamento 20 Fotógrafos en Tlacotlalpán. Allá conocí a Claudi Carreras, le mostré lo que había empezado a hacer y él me hizo algunas sugerencias para seguir.

Con el proyecto Nos miran acabas de recibir el premio Mujeres por la paz y la libertad. ¿Por qué elegiste Tumaco?

Ese taller de Croma fue el disparador. Acababa de llegar de Buenos Aires, había vivido allá un tiempo y había estudiado fotografía para cine. Me puse a buscar, a pensar y a recordar imágenes que para mí habían sido siempre interesantes y llegué a las fotos del jazz, sobre todo a las que hizo William Claxton. Lo que más me gustaba de esas imágenes era la presencia afro y su belleza. Recuerdo que pensé que nunca había visto algo así acá.

Justo en ese momento, también acaba de hacer Fullachede, un documental sobre bailarinas de salsa choke en Cali, en el Distrito de Aguablanca. En él también estaba toda la presencia afro y su fuerza. Ese documental me permitió explorar un área de Cali que yo no conocía. 

Al buscar un hilo, recordé Tumaco, que es una ciudad con la que yo tengo un vínculo muy fuerte porque allá vive mi familia paterna. Cuando era niña pasaba mis vacaciones allá, en el hotel de mi abuela. Y aunque mi vínculo era con ese espacio y con las personas que llegaban ahí, siempre he sentido un profundo afecto por la ciudad.

Todo eso me llevó a Tumaco. Lo primero que hice fue contactarme con los organizadores de un concurso de baile, les ofrecí colaborar, ofrecí un premio en fotos para los ganadores. No me fue tan bien, pero así fue como empecé a hacer contactos. Entre las personas que conocí estaba Diana Cortés, que es la directora y coreógrafa de Pacific Dance. A través de ella empecé a relacionarme con los muchachos que después retraté. En ese momento todo fue muy intuitivo. 

Carolina Navas

Carolina Navas

El texto de la exposición virtual dice: “Me interesa retratar jóvenes de Tumaco que viven en dos mundos: el complejo mundo rural de la costa Pacífica colombiana y el eclecticismo de un mundo globalizado”. ¿Cómo fuiste definiendo la historia que querías contar?

Cuando pensaba en las imágenes de lo afro que mencionaba antes, pensaba mucho en los prejuicios que existen alrededor de lo afro, esas ideas de que son personas abandonadas sucias. Cosas que uno ha oído en Cali y que se vuelven una cosa muy pesada. Al pensar en esos prejuicios versus lo que yo veía, no encontraba de dónde salían esas ideas.

Así que empecé a buscar formas de ver y mostrar lo más profundo de la belleza, la dignidad. Me interesaba mucho la estética, la pulcritud y la fuerza. Al principio yo quería retratar jóvenes mujeres y hombres. Pero finalmente terminé trabajando solo con hombres. Lo que sentía siempre era que todos ellos tenían una gran fuerza interior y física. Todos son artistas: bailarines y músicos. Me impactó siempre la fuerza de su esperanza. Para mí eso fue como una lección: la esperanza y que crean tanto en lo que hacen. Son muchachos muy disciplinados y rigurosos con su práctica, ensayan varias horas al día. 

Además de la fuerza, también quería retratar la delicadeza. Me llamaba mucho la atención ese contraste, yo sentía que ellos eran como flores que brotan gracias a una fuerza interna que supera esa tierra que no tiene alimento y no nutre. Por eso el proyecto es básicamente de retratos que están combinados con algunas imágenes de contexto. Y esas últimas busco que sean metafóricas, en ellas me gusta jugar con la idea del “lugar equivocado”, para crear ese diálogo con lo que nace donde no hay nada. 

Ayahuasca Musuk

Carolina Navas

¿Qué retos enfrentaste desarrollando este proyecto?

Tumaco no es fácil, está ahora en medio de la guerra contra el narcotráfico. Yo empecé el proyecto poco antes de la firma de los acuerdos de paz con las FARC y trabajé en un periodo que fue como una pequeña ventana a la paz. Ahora está bastante difícil toda la situación. Tumaco hasta hace poco era el municipio con más cultivos de coca en Colombia, además de ser uno de los puertos más grandes de salida de cocaína. Cuando hice las fotos trabajé en dos barrios diferentes, pero con características muy semejantes de pobreza y marginalidad: La Ciudadela y Nuevo Milenio. En uno de ellos logré los contactos a través de la misionera alemana Uli Purrer. Intenté volver hace poco, pero me dijeron que era mejor esperar. 

Además, retraté un momento específico en la vida de estos jóvenes, ahora la mayoría tienen hijos y algunos se han ido de Tumaco. 

Carolina Navas

 

Hay muchas discusiones respecto a quiénes son generalmente los fotógrafos y quiénes son los fotografiados. Y hay muchas críticas respecto a hacer fotos de gente negra, ¿cómo asumes tu ese debate?

He reflexionado bastante al respecto, las discusiones en torno a la descolonización de la mirada por supuesto que me han hecho cuestionarme bastante. Yo no soy afro y no pretendo ser la voz de nadie, ni hablar en nombre de nadie, pero al igual que todos tengo una relación con el mundo que me rodea y quiero contar lo que veo. Cuando yo volví de Argentina descubrí en Cali, mi ciudad, y en mi historia personal una fuerte relación con lo afro. Decidí contar eso que veía. 

Una de las cosas que encontré en ese retorno al país fue la fuerza que había tomado lo afro en muchos aspectos. Ahora tenemos a Francia Marquez como vicepresidente y eso es gracias a todo ese movimiento. Cada vez más vemos fotógrafos afro que deciden contarse a sí mismos. Y todo eso nos permite alimentar esa reflexión de hasta dónde podemos ir.

Para mí sí era muy importante la participación activa de los muchachos y la construcción de una relación de confianza. Cuando hacíamos los retratos nos encontrábamos entre las 4:30 y 5 de la tarde, que es el momento de la luz que más me gusta en Tumaco. Nos poníamos una cita, ellos elegían su ropa y caminábamos por el barrio donde viviera cada uno. Ellos escogían algún lugar que les gustara y ahí hacíamos las fotos.

Nos miran es un nombre que interpela al espectador. ¿Por qué tu proyecto se llama así?

En la mayoría de los retratos los muchachos están viendo directamente a la cámara. Me gusta eso en dos sentidos. Primero, siento que esa mirada confronta al espectador, y por otro lado, le dice “aquí estoy”. Es una conciencia de la cámara, y tiene un gesto muy fuerte de dignidad, es como si dijera: “yo tengo conciencia de vos y vos de mí, te estoy mirando a los ojos”. Para mí era fundamental decir: estos muchachos están aquí, existen en este lugar del que solo se habla para mencionar la violencia y el narcotráfico. Esta gente es otra vida.

Ayahuasca Musuk

Carolina Navas