La relación entre drogas, músicos y público en las sociedades modernas ha estado en constante transformación desde la década de 1930, momento en el que inicia la guerra política contra las drogas. Es una relación en la que medir cuantitativamente sus impactos negativos es mucho más fácil que hacerlo con los positivos.
La creación musical, con sus posibles sentidos contestatarios, poéticos, eufóricos, melódicos o experimentales, funge como respuesta a la influencia ejercida por la cotidianidad que viven sus creadores. Así mismo, la industria musical y sus derivados simbólicos e iconográficos esparcidos en los diferentes escenarios donde se reproducen, indican constantemente que son producto de los contextos sociopolíticos e históricos en que se realizan, enmarcándose en las dinámicas sociales que le corresponden.
Esta es la primera de tres líneas de tiempo, se basa en el texto del mismo título que pertenece a una serie de tres entregas sobre música y drogas que serán publicadas en la plataforma Drogas, Políticas, Violencias. En ellas podremos observar cómo la naturaleza química y los variados efectos de distintas sustancias, se han conjugado en la sociedad del último siglo en diferentes momentos, creando ritmos, temáticas y movimientos culturales sobresalientes que, de manera ineludible, reflejan parte las experiencias sensoriales de las drogas así como los contextos sociales y políticos en que se crearon. El principio articulador será el efecto que las sustancias ejercen sobre el sistema nervioso central y que se clasifican en tres grupos: depresoras, alucinógenas y estimulantes.
En esta primera playlist vamos a explorar la influencia de las drogas depresoras (opiáceos, barbitúricos, alcohol, tranquilizantes, anticonvulsivos, entre otros), aquellas que ralentizan la respuesta del sistema nervioso, el ritmo cardiaco y respiratorio, relajan y anestesian; por supuesto, también sanan, destruyen y terminan vidas. Pueden escuchar la música en spotify, deezer o youtube.