Entrevistas
Federico Estol
Bolivia -
febrero 28, 2023

Por una fotografía que transforme el sistema

Conversamos con el fotógrafo uruguayo Federico Estol, miembro del jurado de World Press Photo 2023 y coautor del fotolibro Héroes del brillo, donde colaboró con 60 lustrabotas de la ciudad de El Alto, en Bolivia. Formado en educación popular, Estol está convencido de que la fotografía es una herramienta poderosa para el cambio social: siempre y cuando lxs fotógrafxs abandonen los purismos y se adapten al cambio que experimentan las audiencias.

Por Alonso Almenara

Federico Estol empezó a pensar seriamente en la función social de la fotografía mientras estudiaba educación popular con profesores jesuitas en conventos de Montevideo. Esta forma de pedagogía alternativa fue creada a mediados del siglo XX por el educador brasileño Paulo Freire, quien creía que “enseñar no es transferir conocimientos, sino crear las posibilidades para su producción o construcción”. Estol se ha tomado en serio estos principios. “Los fotógrafos necesitamos bajarnos un poco”, dice. “Y recordar que la pulcritud de la imagen no es lo más importante en la fotografía, sino la capacidad de comunicar. Por eso me interesa incorporar lenguajes que no son del mundo del arte, sino de la calle”.

Héroes del brillo (El Ministerio Ediciones, 2018) su cuarto fotolibro, es probablemente el mejor ejemplo del tipo de orientación social que Estol ha buscado darle a sus trabajos. “El proyecto nació cuando me enteré de que en Bolivia los lustrabotas se tapan la cara. Me lo comentó mi cuñado que estuvo por allá. Cuando fui a investigar, pude ver que había un hecho de discriminación detrás del uso del pasamontañas”. Cada día, tres mil lustrabotas inundan las calles de La Paz; la mayoría viene del suburbio de El Alto. Estos trabajadores llevan pasamontañas para no ser reconocidos, pues la sociedad menosprecia su oficio y la policía los persigue. Pero han encontrado formas de hacerse respetar. En El Alto, Estol conoció el trabajo de la ONG El Hormigón Armado, que reúne a un grupo de 60 lustrabotas de la zona. Juntos publican un periódico que ya tiene 16 años de existencia.

Es con este grupo que Estol colaboró durante tres años para producir una historia de ficción que combina la fotografía con el lenguaje del cómic, presentando a los lustrabotas como superhéroes. “El fotolibro es esencialmente un diario callejero a todo color”, explica. “Algunos le dicen fanzine, pero yo le digo fotolibro, porque el fotolibro se adapta a donde tiene que ir el mensaje”.

En Héroes del brillo, los lustrabotas acuden al rescate cada vez que se ensucia un zapato: tan pronto como son convocados por el reflejo del sol en sus espejos, toman sus equipos y entran en acción. El pasamontañas se convierte en un símbolo de lucha contra la discriminación, así como en el soporte de una nueva identidad colectiva.

Estol ha recibido numerosas distinciones, entre ellas el Premio IILA Fotografía Roma 2016 y el premio internacional FELIFA al mejor fotolibro de 2018, por Héroes del brillo. Es también director artístico del festival internacional San José Foto y editor en El Ministerio Ediciones.

Hace poco fue invitado a ser parte del jurado de World Press Photo 2023. Aprovechando la ocasión, nos sentamos a charlar con él sobre su visión de la fotografía y sobre el potencial que ve en esta disciplina para promover el cambio social.

Ayahuasca Musuk

Héroes del brillo ha sido un fenómeno, ha ganado toda clase de premios. ¿Cómo encaja este proyecto con tu trabajo previo?

Yo soy un fotógrafo que ha trabajado más la parte social de la fotografía. Soy formado en educación popular por los curas franciscanos del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, acá en Montevideo. Además, trabajé dieciséis años en comunidades rurales del Uruguay utilizando la fotografía participativa para visibilizar identidades que estaban solapadas. 

También he trabajado en espacios urbanos donde se pusieron en marcha planes de vivienda que juntaron a un montón de gente que no se conocía entre sí y que no conocía la historia de esos lugares. Éramos un equipo con un fotógrafo, un antropólogo y una socióloga, nos quedábamos seis meses en cada pueblo y trabajábamos la identidad común, siempre con el objetivo de crear dinámicas sostenibles y fáciles de replicar. 

 

“La tradición documental ya no tiene el mismo impacto porque el público ha cambiado. Es un público que ve Netflix todos los días y que ya no confía en los noticieros. Está más acostumbrado a la ficción que a la realidad. Entonces creo que tiene sentido usar lenguajes de la ficción para hablar de problemas reales.”

Héroes del brillo tiene una lógica similar, pero es el primer proyecto en el que realmente pude poner a trabajar todos mis conocimientos de ingeniería comunitaria en el marco de la fotografía. Cuando me encontré con la historia de los lustrabotas de El Alto, la primera reflexión que tuve es que la fotografía documental tiene un límite. Cuando hay estereotipos, cuando hay estigmas, no basta con trabajar la superficie. Hay que mostrar una visión renovada, una visión que dé orgullo a las comunidades y que tenga una salida práctica para el contexto. 

Porque muchas veces el hecho de publicar una nota no transforma ninguna realidad. Quizás antes sí: Médicos Sin Fronteras, por ejemplo, se creó por una foto de una hambruna en Biafra. Pero si hoy se publicara una foto parecida, estoy seguro de que no lograría el mismo efecto. La tradición documental ya no tiene el mismo impacto porque el público ha cambiado. Es un público que ve Netflix todos los días y que ya no confía en los noticieros. Está más acostumbrado a la ficción que a la realidad.

Entonces creo que tiene sentido usar lenguajes de la ficción para hablar de problemas reales. Además, para promover valores mentales a veces la confrontación no es el camino, sino crear un espacio común que sea más poético, más abierto. 

Ayahuasca Musuk
Ayahuasca Musuk

Un aspecto interesante de Héroes del brillo es que es una ficción creada de manera participativa. ¿Cómo fue esa experiencia de trabajo?

El proceso duró tres años. El primer año no sacamos fotos, sino que nos concentramos en crear un storyboard. Teníamos discusiones acerca de quién iba a ser el villano o qué elementos había que destacar. Por ejemplo: el amor en parejas de lustrabotas. Esas son cosas que solo salen cuando hay una experiencia de decisión conjunta. También tuvimos talleres con la ayuda de adolescentes que les enseñaron a los lustrabotas a hacer cómics. Solo trabajábamos los sábados, que es el día que ellos tienen libre para reunirse a encuadernar el periódico. 

Ya en el segundo año empezaron las sesiones de fotos. Hormigón Armado nos prestaba un minibús para recorrer la ciudad con los lustras y hacer las escenas que habíamos planificado. Para ellos era importante, por ejemplo, incluir a más mujeres en la narrativa, a pesar de que no era fácil cuadrar horarios por temas de trabajo o de crianza de los hijos, pero lo logramos. También querían mostrar la nueva arquitectura boliviana, que yo sé que en la fotografía la han sacado hasta en la sopa, pero era lo que ellos querían, porque son de El Alto y esa es la arquitectura que ellos asocian a la gente que tiene plata, a la burguesía aymara. 

Después me decían: Federico, queremos tener superpoderes. Uno de ellos recordó una portada de un periódico de hace varios años que mostraba a un lustrabotas con el traje de Superman. Nos dimos cuenta de que en realidad ellos tienen muchas similitudes con los superhéroes: esconden su identidad para que no los discriminen; tienen herramientas especiales como cepillos, cremas y cajitas; tienen guaridas donde guardan sus cosas y se lavan las manos para quitarse el betún de encima y que no los identifiquen. Y tienen enemigos en común, como la policía. Yo creo que además hacen un bien social, porque en Bolivia a veces las oficinas públicas no reciben a los campesinos, a menos que tengan los zapatos impecables, sin manchas de barro. Hasta la propia policía se lustra los zapatos y luego persigue a los lustrabotas.

Ayahuasca Musuk

“Lo que hicimos fue una suerte de sistema de economía circular en el que los lustras y yo compartimos las ganancias. Me interesaba que ellos pudieran beneficiarse de mi contacto con el mundo del arte, como artistas comunitarios que hackean el sistema para tener un retorno. Eso siempre es importante cuando trabajas con personas vulnerables”.

Me gusta mucho la estética del proyecto, que combina la fotografía con el lenguaje del cómic, el uso de recortes de revistas y otros elementos de la cultura popular. ¿Fue algo que acordaron en conjunto?

Por supuesto. Héroes del brillo tiene fotografía, tiene collage, tiene pedazos de revistas que encontramos en mercados de pulgas de El Alto. Yo creo que el conocimiento popular debe entrar a la narrativa del fotógrafo o la fotógrafa. Si queremos usar la fotografía como una herramienta de comunicación, no podemos basarnos únicamente en parámetros estéticos o conceptuales que vienen del mundo fotográfico. Los lustras me decían: queremos Dragon Ball, queremos Power Rangers, queremos superpoderes. Mi papel era ser una especie de productor de la historia. Y creo que el resultado funciona, en parte porque el diseño popular es el que le llega a la gente. Si vos ponés un diseño minimalista en un terminal de buses, pasan de largo. 

Hablemos de la autosostenibilidad del proyecto: ¿cómo manejaron ese aspecto? 

Lo que hicimos fue una suerte de sistema de economía circular en el que los lustras y yo compartimos las ganancias. Me interesaba que ellos pudieran beneficiarse de mi contacto con el mundo del arte, como artistas comunitarios que hackean el sistema para tener un retorno. Eso siempre es importante cuando trabajas con personas vulnerables. 

En el fondo pienso que no sólo está la responsabilidad de dar visibilidad, sino también la de generar una ayuda directa. Porque esas tácticas extractivistas ya se hicieron. A veces solo porque no había reflexión al respecto. Pero hoy en día, éticamente, si vas a trabajar con una comunidad en el desierto, por ejemplo, por qué no hacer que ese proyecto ayude a pagar una bomba de agua. Algo simple, concreto. No eso de que “te voy a publicar”, porque al final el público de las revistas de fotografía es muchas veces gente del primer mundo que está sentada cómodamente en su sofá y que no va a hacer nada para ayudar a estas personas, solo va a consumir la historia. 

Ayahuasca Musuk

Me gustaría terminar hablando de tu rol como jurado en World Press Photo este año. Es un certamen que está cambiando: por ejemplo, ahora convoca a jurados que no vienen del mundo del fotoperiodismo. ¿Cómo ves este cambio?

Lo que está cambiando es el público. Es lo que te decía: el público ya no sabe si algo es verdad o si es fake news. La ficción se ha instalado en todo, y aunque la fotografía documental siempre ha sido reacia a abrir esa puerta, últimamente se han dado pasos en esa dirección. World Press Photo tuvo que hacerlo. Y lo que hizo fue armar una estrategia regional para que cualquier fotógrafo o fotógrafa de Latinoamérica pase primero por un jurado regional, antes de que su trabajo sea visto por un jurado internacional. 

Eso es re acertado, porque un jurado regional sabe qué significa explotar el cliché latinoamericano con sus criterios de folclorización, y entiende la necesidad de involucrar a las comunidades y de no quedarse solo en propuestas muy estéticas pero con poco contenido. Cosas que un jurado internacional no necesariamente va a tener en cuenta. Entonces creo que es una oportunidad. 

Por otro lado, se ha logrado diversificar la composición del jurado en términos étnicos y de género, lo que me parece muy bueno, y se ha abierto la categoría open format, que es lo que yo hago: ahí entran videos, cómics, páginas web, fotos intervenidas, procesos alternativos, etc. Este cambio amplía la caja de herramientas de los periodistas y además es lo que la gente quiere. Porque para que una investigación profunda llegue al público, necesitas acompañarla de una estética que le llame la atención, que le suene diferente. 

Algo bueno de Latinoamérica es que no tenemos grandes escuelas de fotografía o grandes líneas académicas que homogeneizan la fotografía. La fotografía española tiene un cierto estilo, como la fotografía finlandesa o como la paisajística norteamericana. Acá no tenemos un estilo dominante, y esa suerte de carencia nos da una virtud que es el hecho de que hoy en el continente están apareciendo proyectos que son totalmente disruptivos y distintos a lo que se ve en otras partes del mundo.