Dios es argentino (y se llama Maradona)
Un Dios Salvaje reúne fotografías y textos sobre ese 25 de noviembre de 2020 en que Diego Armando Maradona abandonó el plano de los mortales para convertirse en mito. Adrián Cangi y Kala Moreno Parra, coordinadores del proyecto, y Gisela Gere, diseñadora del libro colectivo, hablan sobre la polémica figura del Pibe de Oro y de por qué es importante que estas imágenes de duelo y devoción popular tengan un lugar en la memoria argentina.
Por Alonso Almenara
Maradona fue un personaje contradictorio hasta en la intimidad de su aspecto físico: tenía tatuado un Che Guevara en el antebrazo derecho, pero también llevaba puestos dos relojes Hublot King Power de edición limitada, uno en cada muñeca, con dos horarios del mundo distintos. “Si por un lado parecía representar las necesidades de una izquierda igualitaria —dice el filósofo argentino Adrián Cangi—, por otro lado, fue un individuo con una autonomía anárquica, imparable por cualquier Estado”. Y las polémicas lo persiguieron hasta la muerte: acusado por sus exparejas de violencia sexual y abandono, la casualidad hizo que Diego falleciera un 25 de noviembre, durante una conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Esta coincidencia sombría no evitó que en esa fecha de 2020, en plena crisis pandémica, los barrios de Buenos Aires y de muchas otras ciudades argentinas se encendieran con manifestaciones espontáneas de devoción. “Hubo una ebullición incontenible de expresiones de afecto en todo el país”, recuerda el fotógrafo Kala Moreno. “Muchísima gente salió a las calles a armar altares o a hacer actividades con tinte performático. Hubo actos oficiales, todo el país estuvo conmocionado”. La prensa internacional reportó que la procesión que acompañó al ídolo en su último trayecto alcanzó los dos kilómetros y medio de largo. Para la diseñadora Gisela Gere, “era imposible no asociar esa movilización hacia la Casa Rosada para despedir a Diego con los funerales de figuras de la política argentina como Eva Perón o Néstor Kirchner”.
Tomás Francisco Cuesta
¿Qué hacía de Maradona un mito tan irresistible? ¿Qué lo conectaba —más allá del fútbol— con el sentir de las mayorías? ¿Y qué nos dicen esas expresiones de afecto sobre el pueblo argentino? Son algunas de las preguntas que llevaron a Cangi y a Moreno a concebir el proyecto de documentar esa jornada marcada por una mezcla de dolor y fiesta. Centenares de fotoperiodistas y de fotógrafos aficionados salieron a registrar lo que estaba ocurriendo. La idea de reunir ese material era tan atractiva como el propio personaje de Maradona. “Lo que nos interesó, en primer lugar, —dice Moreno Parra— era salvaguardar esas demostraciones como un ejercicio de memoria. Y en segundo lugar, nos pareció que reunir y organizar esas creaciones iba a multiplicar su potencia”.
Con el nombre de “Un Dios Salvaje”, el proyecto empezó con una convocatoria nacional dirigida a fotógrafos que registraron el acontecimiento. Además de componer un libro cuyo diseño estuvo a cargo de Gisela Gere, esta colección ya forma parte de la Fototeca de la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA), que funciona desde 2008 en el Archivo Nacional de la Memoria. El volumen incluye una selección de 90 fotografías, así como textos de once autores y autoras argentinos: entre ellos, Horacio González, Gabriela Cabezón Cámara y María Pía López.
Guido Piotrkowski
Jonatan Grima
El atractivo de Maradona no tiene que ver solo con lo hacía en la cancha. ¿Qué lo distingue de otros ídolos deportivos? ¿Qué lo volvía tan magnético para las multitudes?
Adrián Cangi: Maradona es un mito: es decir, un sedimento emocional que está en la sensibilidad de una colectividad. Es un personaje que viene de la más profunda pobreza de la tradición argentina y que alcanza el reconocimiento mundial, al punto de llegar a sostener diálogos con líderes de naciones poderosas y de participar en discusiones públicas sobre la oposición Norte-Sur y sus lógicas políticas. Alguien que tiene esas características, que mueve poblaciones, es porque tiene algo que permite la identificación. Tal vez es que su afectividad, incluso su forma de jugar al fútbol, era inseparable de debates públicos sobre el devenir de las clases populares, o de una posición política respecto de las izquierdas mundiales, o de un debate sustantivo sobre el ALCA. Diego unía fuerzas en direcciones muy contrarias.
Tenía además una inteligencia soberana, no solamente en el campo de juego. Es el inventor de muchas frases de nuestra lengua popular, y tenía la capacidad de colocar la palabra justa en el momento justo de un drama político. Uno no estaría esperando que alguien que tiene una inteligencia espacial en el campo de juego, a su vez tenga una inteligencia de intervención política en el campo del debate público. Maradona reunía paradojalmente estas dos cuestiones.
El libro recopila justamente algunas intervenciones de Maradona que revelan esa inteligencia fuera de la cancha.
Adrián: Una intervención muy importante para la tradición argentina es el reconocimiento de Maradona a la ancianidad. En una entrevista muy precisa, un periodista le hizo saber algo sobre los reclamos de los jubilados. Diego no solo defendió el derecho de los jubilados a acceder a una pensión más digna, sino que discutió directamente el asunto con un presidente argentino, Carlos Menem. Maradona también discutió sobre el derecho de los jugadores de fútbol a no ser una mercancía. Lo discutió con cada uno de los presidentes de la FIFA. Defendió la posibilidad de que los jugadores de fútbol fueran autónomos de los clubes, de los directivos y de las condiciones de producción del capitalismo mundial integrado. Fue un personaje muy complejo en la densidad de capas, en los compromisos sociales y políticos.
Manuel Cortina
Adrián Cangi: “Maradona no deja de ser un anarcocapitalista en cierto modo, y sin embargo, con principios políticos de una sociedad colectivista. Es muy difícil encontrar un futbolista, un deportista, que puede separar con claridad esta condición. Era lo mismo que le permitía decir: Yo soy culpable de drogarme, pero la pelota no, el fútbol no. ¿Qué tiene que ver este juego, que es el arte de muchos, con mi acto de haber consumido una sustancia?”
Franco Fafasuli
Y sin embargo, eso se vio ensombrecido por una cantidad enorme de controversias.
Adrián: Maradona tuvo una vida altamente libertina. Nadie está en condiciones de juzgar esa vida, pero ha sido ya juzgada. Es una vida que traspasó el sentido común y el sentido moral de las comunidades, sin dejar por eso de producir aperturas impredecibles del derecho de los cuerpos. Maradona solía participar, por ejemplo, en carnavales de travestis. Él era parte de la fiesta popular, y la fiesta popular no se divide por identidades, no se fija por géneros. Esto era lo que Maradona sentía, ¿ves? No hay géneros, no hay identidades, no hay posiciones ante eso. Antes que nada, es la fiesta común, es el compartir de un colectivo.
Pero Maradona fue también director técnico de un club de fútbol de Dubai y cobraba fortunas provenientes del mismo capitalismo mundial integrado que aborrecía. Esa paradoja es absolutamente de interés. Es decir, Maradona no deja de ser un anarco capitalista en algún lugar, y sin embargo con principios políticos de una sociedad colectivista. Es muy difícil de encontrar en ningún jugador de fútbol, en ningún deportista, alguien que puede separar con claridad esta condición. Era lo mismo que le permitía decir: yo soy culpable de drogarme pero la pelota no, el fútbol no. ¿Qué tiene que ver este juego, que es el arte de muchos, con mi acto de haber consumido una sustancia? Esa idea de ‘la pelota no se mancha’ es casi una fórmula gloriosa, ¿no?
Gisela Gere: Maradona siempre estuvo habitando los bordes, en todos los sentidos: en el juego, en su vida privada, en su vida pública. Ese habitar los bordes, el puro exceso, es algo que lo vuelve totalmente interesante. Además de toda su historia personal, que al menos acá en Argentina genera una situación de amor, devoción y todo lo que se vio en el velatorio. También un gran odio de clase y señalamientos constantes: Maradona es un drogadicto, un desbocado, un maleducado, un peronista.
Pablo De Paola
Gustavo Wimpy Salgado
En tiempos recientes, muchos de esos señalamientos han venido de ciertos sectores del feminismo.
Gisela: En el libro este tema es tratado en algunos textos: la idea de que no se puede reivindicar a Maradona porque estuvo involucrado en situaciones de sexo con menores de edad, fue un golpeador de mujeres, un machista toda su vida. Pero hay un texto muy interesante de María Pia López que sostiene justamente que no podemos no pensar a Maradona desde esa paradoja. Es ese personaje que en Cuba arrebató a una chica, pero también es el personaje que se plantó ante el ALCA, ante los gobiernos neoliberales, y que se manifestó públicamente a favor de los sectores más oprimidos.
Adrián: Lo que es cierto es que si uno hace una historia del deporte popular argentino, nuestros grandes mitos, desde boxeadores como Gatica el Mono o Carlos Monzón, hasta jugadores de fútbol como Garrincha o Maradona, no hay ninguno de ellos que no haya sido acusado de violencia de género. Esa violencia tiene muchas caras: puede estar vinculada al maltrato, al abandono o al crimen directamente, como sucede con Monzón. Y puede estar ligada fundamentalmente a un tipo de sexualidad desbordante, como ocurre con Gatica el Mono, que vivió entre borracheras en los prostíbulos de La Boca. Son condiciones que obviamente pueden ser miradas históricamente, y Diego no está fuera de estas condiciones. Pensemos que todos estos personajes emergen de los bajos fondos de la escena social y en gran medida se ganan el derecho a pertenecer a otro mundo, ya sea por sus puños o por sus pies. Es decir, son personas que estuvieron fuera de la razón formal del derecho de palabra y de la educación sentimental habitual de la educación pública.
¿Cómo fue el proceso de selección de las fotos, y que revelan esas imágenes, en su opinión, sobre el propio Maradona, o sobre el pueblo argentino?
Kala: Esta fue una convocatoria abierta difundida a través de la Asociación de Reporteros Gráficos de Argentina, a través de las redes sociales que creamos para este proyecto, y de diversos medios gráficos que hicieron eco de esta convocatoria. Lo que nos interesaba era recibir imágenes de fotógrafos tanto profesionales como aficionados, incluso de personas que no se reconocen en la categoría de fotógrafos, pero que simplemente estuvieron ahí y vieron algo que les movilizó fotografiarlo. Recibimos cerca de 1.300 imágenes que fueron seleccionadas por un jurado compuesto por seis editores fotográficos: Res, Mariana Eliano, Juan Travnik, Eduardo Longoni, Victoria Gesualdi y Julio Pantoja. La primera selección de 250 fotos fue donada como colección a la Fototeca de la ARGRA, pues consideramos que tienen un inmenso valor para la memoria de nuestra comunidad. De esas imágenes, 90 fueron incluidas en las páginas del libro, organizadas en una secuencia que no responde ni a un orden cronológico ni a un orden tradicionalmente narrativo.
Adrián: Lo que a mí me parece interesante es la convivencia de todos estos registros de proveniencia diversa, que reconstruyen desde altares privados al interior de las propias casas, hasta murales públicos de tamaños enormes que aparecieron en barrios como La Boca; desde tatuajes en el propio cuerpo vinculado a historias de vida, hasta intervenciones colectivas del hincha de fútbol, que es una figura fundamental detrás de estos acontecimientos. En esos días, el espacio público se transformó efectivamente en un cementerio público, pero un cementerio vivo, porque nadie abandona ni sus camisetas, ni su llanto, ni su risa, ni su vela, ni su entrega.
El impacto de Maradona fue sin embargo mucho más allá de Argentina. Hablemos de lo que Diego significó en el resto del mundo y cómo esa mirada se refleja en el libro.
Adrián: En otras locaciones del mundo, como en Nápoles, se hizo pan de pizza con la firma de Maradona. Es decir, la gente se comió a Diego como se come una hostia. Esto significa que Maradona no habla solo de lo argentino. Dice de lo argentino algo que es muy propiamente argentino, pero dice también del sur de Italia algo que es muy propio de esa región. Es curioso eso: no muchos jugadores de fútbol, atletas o deportistas han podido despertar esos sentimientos, porque en general representan a una nación. Maradona es una cultura popular que es local, pero al mismo tiempo puede replicar en resonancia de manera universal en otras culturas populares.
Emiliana Miguelez
Gisela Gere: “El libro trata la idea de que no se puede reivindicar a Maradona porque estuvo involucrado en situaciones de sexo con menores de edad, fue un golpeador de mujeres, un machista toda su vida. Pero no podemos no pensar a Maradona desde esa paradoja. Es ese personaje que en Cuba arrebató a una chica, pero también es el personaje que se plantó ante los gobiernos neoliberales, y que se manifestó públicamente a favor de los sectores más oprimidos”.
Romeo Germán
Es otra de las paradojas que nos atravesó en el libro. Maradona no deja de ser de Villa Fiorito, esa pequeña ciudad al Sur del Gran Buenos Aires donde nació, pero Nápoles para él también fue Fiorito. Y para los napolitanos era una especie de semidiós romano. En el Bajo Imperio Romano, a cada acción cotidiana correspondía una pequeña estatuita: una presencia divina que asistía a las personas a la hora de cruzar la calle, establecer un vínculo senatorial, resolver un juicio, empezar una relación amorosa. Bueno, Diego se convirtió en eso, en una estatuita que acompañó la vida pública de los napolitanos. En la fiesta, en el encuentro, en las historias de amor.
Lo que nosotros registramos en Buenos Aires y en el resto del país es algo que también ocurrió, aunque en menor escala, en otras partes del mundo. Decidimos restringir este proyecto a la memoria argentina porque nos parecía que abrirlo al mundo era inabarcable: hubiera necesitado una mayor profundidad en el acercamiento a cada una de las culturas que se vieron reflejadas en Diego.
Abordar un personaje tan polémico debió traer ciertas complicaciones a la hora de armar el libro, sobre todo al ser un proyecto colectivo. ¿Cómo llevaron a cabo ese proceso?
Gisela: Lo primero que nos planteamos en cuanto a cómo debería verse el libro, en términos de elección de tipografía y disposición espacial, es que fuera algo sucio, trash, con una estética ligada al fanzine. Pero nos pareció finalmente que ir por esa vía era demasiado literal y que lo más acertado era inspirarse en lo que significó el Diego en términos de construcción espacial en la cancha. Se me ocurrió entonces crear una grilla en donde las columnas exceden la regla del diseño editorial: en vez de un diseño constante, la grilla varía permanentemente. El ancho de las columnas cambia de una página a otra, crea espacialidades y ritmos de lecturas distintos, y esto al mismo tiempo responde a las necesidades que planteaban las imágenes en relación con el texto.
Recuerdo que se lo conté a dos amigas mías que son diseñadoras editoriales de oficio —yo, en cambio, soy diseñadora gráfica, y aunque he trabajado en diseño editorial, no es estrictamente mi especialidad— y les parecía un crimen lo que estaba haciendo… Pero bueno, es el Diego, alguien que estaba al borde de las reglas, y lo que me interesó fue usar su propia lógica de juego a la hora de conceptualizar el libro.
Finalmente: ¿de qué modo dialogan los textos con las imágenes?
Adrián: En realidad nos interesaba que ambas series fueran relativamente autónomas: ni las imágenes son una ilustración de los textos, ni los textos prolongan las historias que presentan las imágenes. El libro es lo que se llama una composición disjunta. Los textos, sin embargo, dialogan entre sí. Hay un equilibrio entre autores y autoras, y entre quienes vienen de la literatura y de la filosofía. Hay filósofas como Alejandra González que escribe un texto precioso en torno a la figura medieval de los dos cuerpos del Rey. También hay un maravilloso texto de María Pia López, una autora que tiene una larga tradición en el ensayo, pero que además es una de las fundadoras del movimiento feminista argentino contemporáneo. Hay un texto de Gabriela Cabezón Cámara, una gran escritora que lo que hace es poetizar a la figura de Diego como un río popular, algo de esa dimensión. Y hay un ensayo capital de Horacio González, el ex director de la Biblioteca Nacional, gran ensayista argentino y especialista en el peronismo. González escribió el texto que abre este libro poco antes de morir. Y efectivamente decidimos dedicarle el volumen porque él vivía muy cerca de La Boca y cada vez que Diego jugaba él recordaba que los barrios en torno a La Boca vibraban al ritmo del “Maradó, Maradó, Maradó”… Eso se convirtió en una especie de ritmo con el que él comienza a pensar a Diego como una figura político-social.
Otros ensayos presentan a Maradona como un coreógrafo o bailarín de las acciones políticas; algunos están más ligados a la tradición de pensamiento científico de CONICET, lo que supone una enorme curiosidad de que Diego haya llegado desde Villa Fiorito a los centros científicos y técnicos a ser pensado para teorizar el mundo contemporáneo en países como Irlanda, Inglaterra o Alemania.
Son once ensayos en los que convive la voz femenina con la voz masculina, la pasión futbolera con la pasión de la figura mítica. Pero, sobre todo, lo que intentamos recorrer en el orden de los textos es el sustrato emocional de una sublevación que viene de abajo. Maradona es eso, una sublevación; una sublevación trágica en tanto siempre está al borde de la muerte, pero épica también en la medida en que siempre le donó al pueblo la alegría de haber vencido.