Flor de amapola en un campo en la montaña de Guerrero. Fotografía intervenida. Enero 2021
Entrevistas
Yael Martínez
México -
marzo 04, 2021

Amapola y resiliencia en las montañas mexicanas

La última vez que el fotógrafo mexicano Yael Martínez fue a la Montaña de Guerrero había fiesta en el pueblo, por un santo patrón. Todo era celebración y algarabía. Él ya tenía contacto con las comunidades originarias de la zona porque construye vínculos desde hace años con ayuda de colegas, organizaciones y tiempo. Reinaba la tranquilidad. Él tomó fotografías, trabajó un par de días y se fue. Un día después, la tragedia: llegaron personas armadas a la zona y, sin un móvil claro, asesinaron a tres personas. “Aunque siempre hay una aparente calma, se puede romper en cualquier momento”, cuenta Yael.

El estado de Guerrero es, desde la década del 70, uno de los principales productores de opio del mundo, después de Afganistán y Myanmar. ¿Cómo contar ese fino equilibrio, entre los rituales originarios de una comunidad que intenta sobrevivir y el entramado de uno de los mercados que más dinero mueven en el mundo? ¿Cómo retratar la dulzura de los pétalos de la amapola y, a la vez, la cantidad de poros por los que puede entrar la violencia? Yael eligió, para hacerlo, el color rojo: rojo amapola, rojo sangre. “Es como que esta flor estuviera reventando de alguna forma, generando un estallido”, dice.

Desde hace años, el artista mexicano piensa cómo contar historias transversales al tráfico. En 2013, Yael enfrentó la desaparición de tres familiares y se puso a buscar formas nuevas de retratar la violencia en la cotidianeidad. Contactó a otros y otras que atravesaban lo mismo y de allí nació Luciérnagas, un trabajo en el que intervino fotografías con agujas de distintos tamaños para poner luz allí en donde solo parecía haber oscuridad.

Su trabajo actual se enmarca en ese gran escenario que inauguró entonces. La amapola es el telón de fondo sobre el que imprime historias sobre la vida, la muerte y la espiritualidad con la que atravesarlas. Hijo de una familia de artesanos joyeros en Taxco, Yael se convirtió en un prestigioso fotógrafo local e internacional. Desde 2020 es Magnum Nominee e integrante de Magnum Foundation, además de ser parte de la Fundación Eugene Smith, en donde ganó el premio 2019.  

Mujeres en un ritual en un Municipio de Acatepec en la montaña de Guerrero. 20 de enero de 2021.

Retrato de Don Gaspar. Agricultor de Amapola. Fotografía intervenida. Enero 2021

¿De qué se trata la nueva etapa de tu trabajo?

Este es un segundo capítulo del proyecto Luciérnagas, que vino de la idea de trabajar con comunidades originarias que hubiesen estado siempre en la invisibilidad. Propuse el proyecto para realizarlo dentro del proyecto de Luciérnagas pero tomando en cuenta a estas comunidades que se dedican a rayar la amapola en la montaña de Guerrero. La idea es, justamente, hablar de una montaña desde un aspecto más simbólico y tratar de romper los estigmas que se crean alrededor de las comunidades que se dedican al crecimiento de la amapola en el estado de Guerrero.  

Campo con flor de Amapolas, región de la Montaña Guerrero. 13 de diciembre de 2020

Una familia de la comunidad del Tepeyac Malinaltepec Guerrero.

¿El tratamiento de las imágenes es diferente a Luciérnagas?

Queríamos retomar esta idea de la flor como un elemento simbólico. Entonces, la flor con este color rojo representa, de alguna forma, la sangre, la violencia pero también la vida, la pasión. De alguna forma, esta idea de las intervenciones es como si fueran imágenes macro de la flor. Es como que esta flor estuviera reventando de alguna forma, generando un estallido. Este estallido penetra en toda la cuestión de la vida de las comunidades indígenas. Si bien las comunidades originarias en Guerrero no usan la flor de manera ancestral, como pasa con la hoja de coca en otras latitudes, representamos el hecho de que el cultivo de la flor de amapola ha venido a cambiar la estructura social y política de la comunidad desde los años 70. La idea es hablar de toda la riqueza cultural de las comunidades originarias y tratar de romper estereotipos. Quiero mostrar esta cosmovisión de ellos y la labor que hacen para ganarse la vida pero hablando de la realidad y de la manera de entender las prácticas.   

Rayador de amapola. Malinaltepec, Guerrero.

Abuelo en la cima del cerro de la garza realizando el ritual de fin de año. Cochoapa Guerrero.

¿Cómo has construido el vínculo con las comunidades?

Por la misma estigmatización, entrar ahí muchas veces ya no es tan fácil. Se han vuelto más herméticos. En 2017 había hecho un primer trabajo, que también era colaborativo, sobre comunidades indígenas de la región de la montaña baja. Es un proyecto que hice con mi hermano, son fotos intervenidas, lo hicimos en 2016, 2017. De alguna forma, ya tenía vínculos con la región de la montaña alta y los alrededores, también bajando hacia la Costa Chica. Para realizar este trabajo agradezco mucho el acompañamiento del centro de Derechos Humanos de la montaña, Tlachinollan y al amigo y colega Lenin Mosso. Fue a través de ellos, que viven y trabajan desde hace décadas en la montaña, que he podido tener acceso a estas comunidades.   

Joven de la comunidad del Tepeyac Malinaltepec Guerrero.

Vivienda en Loma Canoa, Cochoapa el grande, Guerrero.

¿Cómo se siente el territorio desde adentro?

La última vez que fui estuvimos trabajando en una comunidad y había una fiesta de un santo patrón. Estuvo todo tranquilo, calmado, trabajamos un par de días. Salimos y al día siguiente que salimos asesinaron a dos o tres personas. Entonces, la dificultad de repente es esa: aunque siempre hay una aparente calma, esa aparente calma se puede romper en cualquier momento. Se desconocía el móvil del ataque. Estaba la fiesta y, de repente, llegaron las personas armadas.  

Sacrificio de un chivo. Ritual de fin de año en el cerro de la Garza. Cochoapa el grande, Guerrero.

Preparación para la fiesta de Guadalupe. El tepeyac. Malinaltepec Guerrero.

Festividad en la comunidad de Loma Canoa, Cochoapa el grande, Guerrero.

¿Qué es lo que quieres decir con este trabajo?

Está vinculado muy vinculado a lo que indagué en Luciérnagas. La idea es hablar de comunidades que han sido resilientes por un largo tiempo, que están rodeadas de estos procesos de violencia permanentemente y que, de alguna forma, han logrado mantener viva la coherencia cultural. Entonces, de alguna forma, para mí este era uno de los capítulos de los que es importante hablar y vincularlo con el trabajo con las familias de desaparecidos. Hay un vínculo cercano que rodea al proyecto en torno a la violencia y el narcotráfico pero, particularmente, cómo esto ha cambiado las dinámicas culturales y sociales de estas comunidades.

La idea es quitar el estigma. Mucha gente piensa que aquí hay una economía que se basa en la droga, que hay personas que se vuelven ricas de la noche a la mañana. Pero muchas de estas comunidades por generar un kilogramo les vienen pagando alrededor de entre trece a diecisiete mil pesos mexicanos. Los que cultivan la amapola lo pueden hacer dos veces al año. Estamos hablando de que por dos kilos de goma son alrededor de 26 mil pesos que vienen siendo como mil trescientos dólares al año. De alguna forma, es el eslabón inicial de esta cadena. Ellos solamente están sobreviviendo.  

Ritual al fuego en la comunidad de Zilacayota Acatepec, Guerrero.

Boda Na savi en la comunidad de Arroyo Prieto, Cochoapa el Grande, Guerrero.

Niños caminando entre niebla y humo en la comunidad de Loma Canoa, Cochoapa el Grande, Guerrero.

Este trabajo se hizo con apoyo del Fondo para Investigaciones y Nuevas Narrativas sobre Drogas (FINND), que surge de la alianza entre la Fundación Gabo y Open Society Foundations (OSF).

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