Entrevistas
Fabiola Ferrero
América Latina -
septiembre 02, 2023

Por una mirada migrante del mundo

Semillero Migrante es un programa de mentoría en fotoperiodismo que busca mitigar uno de los grandes problemas de la disciplina en América Latina: su elitismo. Fundado en 2021 por la fotógrafa venezolana Fabiola Ferrero, es un programa gratuito, en español, y cuyo contenido pedagógico varía para ajustarse a las necesidades de cada participante. Conversamos con Ferrero, quien gestó la iniciativa entre Colombia y Venezuela, pero espera poder llevarla a toda la región.

Por Alonso Almenara

Nunca es fácil migrar: es apostar por lo desconocido, por volver a empezar en un lugar que podría ser hostil, lejos de toda certeza, lejos de la familia y los seres queridos, del idioma materno, de las costumbres con las que nos criamos. Fabiola Ferrero lo sabe bien: como millones de venezolanos, tomó la decisión de partir debido a la crisis en su país. Pero, en su caso, la migración se convirtió no solo en una necesidad vital, sino en el tema mismo sobre el que se ha centrado su laureado trabajo como fotógrafa documental. 

Nacida en Caracas en 1991, es hoy considerada una de las más importantes representantes de la fotografía en la región. Ha ganado el World Press Photo Sudamérica, es miembro de la Fundación Magnum y publica su trabajo en medios internacionales como Bloomberg, Le Monde, The Wall Street Journal, The New York Times y National Geographic. Actualmente vive en Bogotá y desarrolla proyectos fotográficos a largo plazo sobre Sudamérica, especialmente sobre la crisis que atraviesa su país.

Curiosamente, nunca tuvo una formación tradicional. “Comencé como fotógrafa autodidacta, pero no fue hasta que encontré orientación profesional que mi carrera comenzó a tener un camino más claro”, comenta. Entre los maestros que la ayudaron a construir su visión se encuentran Alice Gabriner (ex editora de Time), Maggie Stebber (fotógrafa de National Geographic) y Sim Chi Yin (Fotógrafo Magnum). “Creo firmemente en el trabajo colectivo, en el valor de la enseñanza y el poder de contar historias. Ahora que lo he visto de primera mano, quiero que otros se beneficien de ese conocimiento”.

Esta experiencia la llevó a fundar hace dos años el Semillero Migrante, un programa de mentoría para jóvenes fotógrafos venezolanos y colombianos. La iniciativa busca ayudar a los talentos emergentes que no tienen acceso a los recursos para desarrollar su visión como narradores y ayudarlos a involucrarse con las comunidades locales, así como facilitar la combinación de la población receptora y migrante.

El programa existe gracias al apoyo de instituciones como el Espacio Anna Frank, una organización venezolana que se enfoca en el uso de la fotografía para proyectos sociales, y la Escuela de Fotografía Roberto Mata, de Caracas, que ofrece su red de profesores y participa en el proceso de búsqueda y selección de candidatos. En 2022, el proyecto fue financiado con una beca de Getty Images.

El programa tiene una duración aproximada de cuatro meses, en los cuales los alumnos tienen sesiones online magistrales sobre diversos temas (edición, trabajo en campo, conceptos de migración, ética, etc.) y sesiones privadas con el mentor que los acompaña. El año pasado, por ejemplo, los mentores fueron Oscar Castillo, Juanita Escobar, Juan Toro, Costanza de Rogatis, Koral Carballo y la propia Fabiola Ferrero.

Ayahuasca Musuk

Miguel Zambrano (Venezuela) 

¿Cómo te lanzaste en este proyecto? 

La idea surgió en la pandemia: creo, en parte, por el exceso de tiempo libre que tenía al estar encerrada y no tener la misma cantidad de trabajo que tenía cuando estaba en Venezuela. Recién me había mudado a Colombia; en realidad fue involuntario. Fui por otras razones y, de nuevo por la pandemia, me quedé encerrada y terminé decidiendo quedarme allí. Digamos que la experiencia de la migración es importante para mí en general. Mucho de mi trabajo tiene que ver con la migración, y como cualquier venezolano, la migración ha atravesado mi vida por todas partes. Pero hasta ese momento la conocía desde el punto de vista del que se queda atrás y despide a toda su familia. Mientras que en ese momento de la pandemia, se convirtió también en la experiencia del estar lejos de casa. 

De allí surge el proyecto, del sentirme tan rodeada de la idea de migración. Eso por un lado. Pero también, por otro, el trabajar como fotógrafa y ver lo difícil que es el acceso a muchas cosas en el mundo de la fotografía, incluyendo oportunidades educativas. Es decir, si no tienes, por ejemplo, un nivel de inglés que te permita entrar a los programas de tutorías que existen donde yo he participado, como el Joop Swart Masterclass o el mentorship program de la Agencia VII.

Todas estas oportunidades educativas que he tenido las he tenido en parte también por tener un segundo idioma. Y sé que en América Latina hay muchísimo talento que no necesariamente habla inglés, o que no necesariamente tiene los recursos para viajar o para aplicar a estas cosas. Hay un factor de elitismo en el fotoperiodismo. Entonces quería hacer algo que tratara el tema migratorio, pero que lo buscara desde las voces locales, y que al mismo tiempo fuese un espacio para que estas personas pudieran desarrollar búsquedas autorales. 

Simón Hermida (Venezuela)

¿Cuán importante es el programa de tutorías para crear ese espacio?

Creo muchísimo en la figura del tutor o del mentor. Toda mi carrera fotográfica ha sido gracias a eso: yo no estudié fotografía, sino que aprendí a fotografiar gracias a personas que fueron muy generosas con su conocimiento. Quería usar esa misma figura con un grupo de estudiantes que fuese seleccionado. 

De ahí empezó a formarse la idea poco a poco hasta que hubo más claridad. La primera edición del programa la hicimos con ocho fotógrafos colombianos y venezolanos, pero todos basados en Colombia. La segunda edición, en la que ya contamos con un grupo de once participantes, fue hecha con fotógrafos tanto en Colombia como en Venezuela, porque otro de los factores que quería el programa era hacer una integración de ambas culturas, siendo que Colombia es el país que más migrantes venezolanos recibe. Pero no queríamos que fuera un programa exclusivamente para venezolanos, porque lo sentía como una manera de aislarnos entre nosotros, sino generar una interacción y una integración de ambas culturas. Las miras al futuro es que, ojalá consiguiendo financiamiento, lo podamos expandir para toda América Latina.

“Es tan importante la voz del extranjero que tiene muchos años cubriendo la migración en el mundo, como la del migrante que solo conoce su experiencia individual. Y hay millones de migrantes, millones de experiencias diferentes. Aquí no podemos abarcarlas todas, pero las poquitas que abarcamos, tratamos de hacerlo con matices, aportando un nivel de elaboración que no siempre está en los retratos de la experiencia migratoria que vemos en la prensa.”

Jairo Bernal (Colombia)

¿Cómo evalúas los resultados de la experiencia hasta ahora? ¿Hay, por ejemplo, proyectos surgidos del Semillero que te han llamado especialmente la atención?

Creo que por un lado hay resultados tangibles, dependiendo de los perfiles. Por ejemplo, ves personas que empiezan a recibir becas, que empiezan a recibir premios, que empiezan a exponer internacionalmente, de repente tienen ahora clientes internacionales, clientes locales también, empiezan a trabajar más. Le Veneque es un buen ejemplo: justo saliendo del programa se ganó una primera beca, luego varios premios, entre ellos el Pride Photo Award. Acaban de exponer su trabajo en Amsterdam. Tienes a Jair Coll que trabaja ahora con el New York Times y Bloomberg. Pienso en Miguel Zambrano, que ahora está trabajando con AFP en Caracas; o en Freisy González, otra de las alumnas que ahora tiene una gran exhibición colectiva en la que yo también participo en Caracas. Se les están abriendo espacios. No necesariamente ellos le deben esa apertura al programa, pero sin duda contribuye a eso.

Luego hay otros resultados que no se miden tan fácilmente, pero que uno los percibe porque ya conoce a los alumnos. Por ejemplo, cierta claridad en las búsquedas, cierta pérdida del miedo a equivocarse, porque el programa también se trata de quitarnos la idea de perfeccionismo y buscar experimentar, retomar el juego también, pero que ese juego tenga un foco, que vaya en esa búsqueda de la visión y de la voz autoral de cada uno de ellos. Esos resultados también se ven. En el fondo, lo que espero es que el programa les ayude a creer más en el potencial que tienen y a trabajar verdaderamente en desarrollarlo.

Volviendo al tema de la migración, que es un tema del que cada vez se habla más, en el mundo en general y especialmente en América Latina. ¿Qué puede aportar la imagen a la comprensión de la condición migrante? ¿Por qué es importante fotografiar esa experiencia?

Como tú dices, hay cada vez más atención a estos temas, pero no necesariamente más profundidad en lo que vemos. Tampoco se le puede pedir a un artículo de 2.000 caracteres que te explique un fenómeno migratorio. Entonces me parece importante que existan iniciativas como ésta en las que con tiempo y paciencia se va generando un registro en torno a la migración. 

El otro componente importante es que esto se haga con una multiplicidad de voces. Para mí es tan importante la voz del extranjero que tiene muchos años cubriendo la migración en el mundo y tiene un conocimiento muy vasto del tema, como la del migrante que solo conoce su experiencia, que es única e individual. Y hay millones de migrantes, lo que quiere decir que hay millones de experiencias diferentes. Aquí no podemos abarcarlas todas, pero las poquitas que abarcamos, tratamos de hacerlo con matices, aportando un nivel de elaboración que no siempre está presente en los retratos de la experiencia migratoria que vemos tanto en la prensa. De ahí la importancia de un trabajo como el de Le Veneque, como el de Cindy Muñoz, o como el de Freisy que tienen una visión muy personal, muy íntima del mundo emocional que se genera cuando uno migra.

De hecho, hay uno de los alumnos que no trabaja sobre la migración como la conocemos, sino que se enfoca en la transición de género, porque el cuerpo es también una patria, y porque ese cambio tiene consecuencias emocionales que se asemejan a las de una migración. Es un proyecto que me interesa y que da cuenta, en todo caso, de una apertura a otras maneras de ver la migración, más allá de las tradicionales.

 

Freisy González (Venezuela)

Joel Guzman (Venezuela)